martes, 24 de enero de 2012

Tenemos que hablar de él

I

En el principio de We need to talk about Kevin (2011), Eva (Tilda Swinton) inicia una rutina que se siente destructiva. Su casa es modesta. Al salir a trabajar, ella encuentra que por la noche, mientras dormía, le han arrojado pintura roja a su hogar, manchando casi en su totalidad la fachada y su auto, también modesto. Durante la película, Eva intentará quitar por varios medios la mancha.

II

La depresión posparto es, como su nombre lo anuncia, una forma de depresión que se puede dar en ambos padres a partir del nacimiento de un hijo, aunque tradicionalmente se encuentra más asociado a la madre por ser esta la que, biológicamente, tiene una relación más íntima con el bebé.

Aunque clínicamente no existe total certeza del por qué de este trastorno en los padres, se deduce que en ello influyen factores como el súbito cambio hormonal y fisiológico propio del parto así como la perspectiva de una nueva vida llena de responsabilidades y limitaciones consecuentes a la llegada del bebé. Existe, no obstante, también la consideración de un sentimiento prematuro de culpa e incluso una suerte de "complejo de dios fallido", en la que los padres toman plena conciencia de su papel de creadores y de todas las posibilidades que este nuevo ser despliega, sintiendo la abrumadora carga de cada emoción futura de El Creado, así como del precio de sus acciones —sea económico o afectivo— y de sus aciertos y errores.

Se asoma, pues, una cuestión filosófica en el asunto de engendrar seres.

III

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Eva es una mujer salvaje. Vive bajo su propio poder, viajando por el mundo y disfrutando de lo que cada aspecto de éste le ofrece. No tiene miedo, pues es ella y sólo ella. Eventualmente conoce a Franklin (John C. Reilly) y encuentra en él un compañero de odiseas. En el cenit de sus días con Franklin, Eva queda encinta. Nueve meses después aparece Kevin.

IV

El tema de la maternidad/paternidad como analogía mortal de la divinidad creadora es el eje central de Frankenstein o El Moderno Prometeo, una de las novelas medulares de la literatura occidental. Su autora, Mary Shelley, vivió la maternidad como una maldición: huérfana de madre a los tres días de nacida, vivió una relación tortuosa con su madrastra hasta que huyó de su hogar con Percy Shelley, teniendo con él cuatro hijos y sobreviviéndoles sólo el último, muriendo los otros tres a edades muy tempranas.

En ella, Víctor Frankenstein, en su afán de destruir la mortalidad humana, crea un monstruo humanoide al que le da vida, horrorizándose de su obra al poco tiempo y abandonándola a su suerte, hasta que ésta, buscando el amor de padre que le ha negado, lo persigue a lo largo de kilómetros, atormentándolo con los asesinatos de sus seres más amados.

En el punto cumbre de la obra, El Creador y El Creado se encuentran. El Creado relata a El Creador sus pericias desde que lo abandonase. En cierto momento, El Creado le dice:

Soy un malvado porque soy un miserable. ¿No me odia y me desprecia la humanidad? Tú, mi creador, querrías destrozarme. Tenlo presente y dime por qué he de tener por los hombres una piedad que ellos no sienten por mí. Si pudieses despeñarme por uno de estos precipicios y destruir la obra de tus esfuerzos, lo harías sin considerarte asesino. ¿He de respetar a un hombre que me desprecia? Si el hombre es capaz de vivir conmigo en un trueque de bondades, en lugar de daños, le proporcionaré todos los favores que estén a mi alcance, derramando lágrimas de gratitud si las acepta. Mas esto es imposible: las sensaciones humanas son barreras insuperables para nuestra unión. Y la mía no será la sumisión del abyecto esclavo. He de vengar las injurias; si no puedo inspirar amor, inspiraré temor, especialmente a ti, el mayor de mis enemigos por ser mi creador. Tenlo presente: trabajaré por tu destrucción y no descansaré hasta que tu alma esté desesperada y hasta que maldigas la hora de mi nacimiento tu nacimiento.

V

La relación entre Eva y Kevin resulta insufrible. Ella no deja de reprocharle (consciente o inconscientemente) todo lo que ha perdido, y Él siente el desprecio. Lo de Eva no es gratuito, pues sabe que su sentir no es correcto y, en sus posibilidades, trata de acercarse a su hijo. La relación entre Kevin y Franklin, por otro lado, es diametralmente opuesta: Kevin se comporta como un niño tierno y vivaracho, y Franklin como padre ejemplar.

Kevin empieza a manifestar su desagrado por Eva de modo gradual: al principio con remedos y desprecios propios de un niño; después, atacando a Eva en donde más le duele. El más memorable de estos actos es la destrucción al monumento que Eva erige para honrar su vida pasada...

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Una ofensa que, al pasar los años, permanece intacta. Un nuevo monumento:

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VI

Pasan los años y Franklin y Eva dan a luz a Celia (Ashley Gerasimovich), hecho que genera más resentimiento en Kevin pero que da a Eva un respiro. Celia crece y se convierte en una niña amorosa, significando para Eva, por fin, su triunfo como madre.

VII

Con los años a cuestas, la relación entre Kevin y Eva madura. Han vivido separados por una incomprensión mutua que nunca logró acercarlos. Sin el cobijo materno Kevin toma su propio rumbo, al que arrastra, eventualmente, a muchas personas. Eva sólo puede verlo alejarse, bajando la mirada.

Kevin asesta una estocada final.

VIII

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Eva ha enmudecido. No habla por la boca, sino por los ojos. Su mirada, pese a estar apagada y marchita, temerosa de todo, dice muchísimo. Ya no es nada y sólo le queda sobrevivir de sí misma y de los demás. Vaga como un espectro, remedo de la mujer que era antes. No necesita estar con alguien. No lo desea.

Sobre todo, pasa los días recordando. Rememora su vida pasada, y no queda claro por qué lo hace: por el placer de los buenos recuerdos o por la búsqueda de motivos o culpas. O sólo por recordar, quizá.

En su último día, Eva recrea el nacimiento de Kevin. Intenta incluso convertirse en su esposo y porta su playera cual amuleto de la buena suerte. Recrea cierto tiempo en cierto espacio y, resignada, abre los brazos.

IX

Cuando todavía está lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: 'Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.' Pero el padre ordenó a sus criados: 'Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelvo a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.' Y comenzaron a hacer fiesta.

San Lucas 15: 11-32



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We need to talk about Kevin
Reino Unido, Estados Unidos; 2011
Director: Lynne Ramsay
Protagonistas: Tilda Swinton, John C. Reilly, Jasper Newell, Ezra Miller, Ashley Gerasimovich

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si pensabas hacer un "análisis", o algo así, no te salió. Nadie quiere leer la narración (casi exacta, no por ello buena) de una película si puede verla. Muy descriptivo, vaya.

William Saints dijo...

Pues no, no era análisis. De haber querido hacer eso, hubiera mencionado los simbolismos, lo buena que es la actuación de Tilda Swinton, su estructura narrativa y todas esas cosas. Es sólo algo que quise escribir al respecto mientras la sensación de la película me vagaba por la mente.