viernes, 30 de diciembre de 2011

Mis cómics de 2011

Inicio el fin de año con mis tradicionales listas. Durante esta semana y la próxima aparecerán las de películas, música y videojuegos (una sola) y libros. Acá les dejo la de cómics, un poco parecida a la que ya hice para otro blog, Índice, pero esta es completamente personal.

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La lista de las 10 series de cómics que más me entretuvieron este año, las que más disfrute. Aunque todas son una recomendación enérgica y me parecen de lo más rescatable de entre lo mainstream, no me parecen aptas para todo público. Sea como sea, disfruten.

Action Comics

10.- Action Comics (The New 52)

Siento una aversión insana por el trabajo de Grant Morrison. Me parece un escritor pretencioso que suele ahogar sus obras en una pasta de ideas metafísicas, metatextuales, metaficticias y meta todo. Sin embargo, cuando deja de lado estas tendencias —casi siempre al servicio de DC o Marvel— suele dar con cosas más de mi agrado. Después de esa joya inestimable que es All-Star Superman, alguien en la editorial debió creer que el superhéroe por antonomasia tendría un futuro brillante en el relanzamiento de la línea editorial si tenía a Morrison como su creador y helo ahí: los primeros cuatro números de Action Comics, dedicados a narrar la fundación del mito... una vez más.

JIM

09.- Journey Into Mystery

Cuando leí el primer número de Journey Into Mystery pensé que esto estaba escrito por Neil Gaiman (un halago, para quien no conozca al citado autor). Resultó que todo era obra de Kieron Gillen, guionista que ha ido in crescendo este año dentro de Marvel y quien ha convertido a un tie-in de Fear Itself en una de las series más destacadas, a mi parecer. Tiene, además (y como ya mencioné en Índice), al pequeño Loki, uno de los personajes más entrañables del año y quizá una de las reinvenciones de villano más afortunadas en años.

Tiny Titans

08.- Tiny Titans

Ganadora del premio Eisner como mejor serie infantil, Tiny Titans debe ser la serie del año que mejor me hizo sentir. Cada número es un par de sonrisas aseguradas, como mínimo, y es una bocanada de aire puro y saludable en el panorama del cómic mainstream. Además, y como buena obra infantil contemporánea, contiene una doble lectura que, en lugar de apelar al sexo o algún tema "maduro", apela, irónicamente, al mismo humor inocente pero en un nivel más elaborado, para los conocedores de cómics —no hay más que ver el maravilloso número 46, una cachetada con guante a la propia DC y sus decisiones editoriales—. Amena, divertida, entrañable en ocasiones y totalmente recomendable como lectura infantil, es un must reglamentario en mi mes a mes.

Animal Man

07.- Animal Man

Animal Man es algo que creo que se vio venir cuando nos mostraron las primeras páginas de la serie en el relanzamiento de la línea editorial de DC: una obra de proporciones artísticas desmesuradas en comparación con la de otros títulos y que, aún así, comercialmente pasaría más bien desapercibida. Pablo Alva escribió que el arte de la serie, a cargo de Travel Foreman, resultaba incómodo por momentos, con lo cual no podría estar más de acuerdo: posee una crudeza y rudeza muy marcada, siempre al servicio de la serie y, en ocasiones, pareciendo dirigirla. La sorpresa más grata del relanzamiento de "los nuevos 52", y una de las series a tener en cuenta en el 2012.

USM

06.- Ultimate Spider-Man y Ultimate Fallout

Larga vida a (Ultimate) Peter Parker, un personaje tan entrañable y carismático que duele su ausencia. Aunque el movimiento editorial de la muerte de Spider-Man parece orquestado en pro de las ventas, Bendis ha sorteado toda la situación de modo admirable, manteniendo la frescura y el contacto con sus lectores jóvenes a través de Miles Morales, quien ha heredado el manto del Hombre Araña y que, hasta el momento y contra los pronósticos, se está ganando el título a pulso.

Locke & Key

05.- Locke & Key

Cuando le digo a todo mundo que esto me parece una mezcla entre American Horror Story y Sakura Card Captor, lo digo en el mejor de los sentidos. Joe Hill y Gabriel Rodríguez comandan las aventuras de la familia Locke, un buque que lo mismo navega contra asesinatos y violaciones que contra seres del inframundo, manteniendo siempre un hilo conductor atractivo y brillante. Mi serie revelación del año.

Hellboy

04.- Hellboy: The Fury

Siendo éste el final del largo camino que ha recorrido el gran mono rojo durante años, uno no puede evitar emocionarse. Aunque admito que el atractivo mayor de la obra se encuentra dentro de su propio contexto, su calidad a nivel argumental y artístico no tiene ningún desperdicio, cumpliendo como un aporte inmenso a la gran mitología fantástica de Chicoinfierno y sus amigos.

Future Foundation

03.- Future Foundation

Aun con mi repudio por los argumentos enredados y que buscan el efecto "bola de nieve" en su desarrollo, sería una grosería ignorar lo que ha hecho Jonathan Hickman con la emblemática familia de superhéroes, en la que ha trabajado a conciencia el espíritu de aventureros y la identidad como familia, la cual ha sufrido un considerable cambio, pasando de ser un grupo de seis integrantes a todo una sociedad proactiva, todo con ese tufo a ciencia ficción clásica que a tantos nos ha enamorado.

Hark A Vagrant

02.- Hark! A Vagrant

Quiero pensar que, en el futuro, esta inmensa obra será considerada como el reflejo más fiel y nítido de los geeks de nuestra generación. Kate Beaton, la mente —el espíritu— detrás de todo esto, derrocha una candidez y un amor por la cultura pop que sólo puede dar como resultado la comunión entre lo hilarante, lo cínico, lo ridículo y lo infantil en una mezcla de proporciones exactas. Citando de nuevo a Pablo Alva: "Beaton logra, en efecto, borrar la línea entre la alta y la baja cultura (o más bien, confirmar que tal división es falsa) mezclando elementos, lenguaje y personajes de ambos extremos del espectro (de Wonder Woman a Rosalind Franklin, pasando por Benito Juárez, Nancy Drew, Jane Austen o Emma Goldman) y se apropia de ellos con un humor que los vuelve más cercanos, humanos e hilarantes."

X-Force

01.- Uncanny X-Force

La serie sobre el escuadrón de asesinato de los X-Men es, simplemente, lo mejor del año en cuanto a series de superhéroes respecta, una muestra de lo que es una historia sincera, sin pretensiones, sin desperdicios ni excesos y sin otro motivo que contarte una historia y contártela bien, de modo entendible y entretenido, con solvencia y con cariño. Mi serie del año por lo dicho, porque en un panorama comiquero que, o alcanza cotas mediocres en lo narrativo y lo artístico (ahí tenemos a casi todas las nuevas series de DC) o se complica a sí mismo con historias infumables o a merced de decisiones editoriales absurdas (ahí tenemos la perspectiva de Marvel en el 2012), X-Force es el tiro de gracia con la bala de plata. Imperdible si lo que se busca es una historia y unos personajes que, incluso con años de explotación o con una trayectoria poca conocida, pueden darnos todavía aventuras trepidantes y sembrar emoción en el corazón.

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Batwoman

Mención especial: (el arte de) Batwoman.

Escrita y dibujada por J. H. Williams III, Batwoman es una serie que, más que leerse, debe contemplarse.

Batwoman

Batwoman

Photobucket


Batwoman

Mi problema con la serie, por decirlo de algún modo, es que creo que la historia sigue siendo del montón, sin ningún punto destacable hasta el momento, y que el arte sobrepasa por mucho no sólo a ésta, sino a todo el cómic en general, trabajando en contra de la integridad de la serie. Una opinión totalmente personal, aclaro, pero que me parece considerable.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Oh, navidad

Creo que este año he alcanzado la suficiente longevidad para dejar de emocionarme por la navidad. Aunque la personita materialista en mí nunca puede resistirse a una buena tanda de regalos o al espíritu de consumo humano (porque sí: no sé qué está mal conmigo, pero me gusta ver a la gente gastar), esta navidad, o más bien todo el preámbulo, me pareció totalmente intrascendente, sin ningún punto de consideración o algún detalle que encendiera algo en mí.

Pese a todo, hoy, a punto de finalizar el 25 de diciembre, puedo decir que la disfruté mucho. De hecho, puedo decir oficialmente que ha sido la más amena de entre las que recuerdo. Le puedo renegar muchas cosas a mi familia, pero agradezco infinitamente que no sea de esas cliché que usan la reunión navideña para echarse en cara envidias, corajes ni recelos acumulados durante el año, como tantas películas gringas nos han retratado desde los albores de la humanidad. He oído historias escabrosas y, reitero, no saben qué feliz me hace tener una familia que se reúne sólo para darse buenos deseos, obsequiarse cosas, comer algo juntos mientras platicamos y jugar lotería.

Mi trago amargo viene, en todo caso, en pensar en lo de siempre: la pobre gente de allá afuera. Al salir de mi casa hoy, navidad, lo primero con lo que me he topado es con un indigente en la esquina de la cuadra, descansando debajo de un árbol. Hubiese querido ofrecerle comida, pero caí en cuenta de que no sé cómo tratar con la gente así. No puedo evitar el prejuicio, supongo. Mi abuela también sacó el tema durante la comida, hablando de toda la gente que debe soportar frío sin un hogar, sin familia y sin comida. Cosas de las que todos somos conscientes pero que preferimos hacer a un lado en pos de la felicidad del día. La pequeña culpa del burgués.

En fin, feliz navidad. Soy feliz, al menos por hoy. Les deseo lo mismo.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate

La esperanza no es lo último que muere. Creo que el amor puede morir después de la esperanza, e igual el odio, así como el miedo.

El amor de los padres, por ejemplo. Si un hijo ha desaparecido, la esperanza lo mantendrá con vida. La esperanza explotará al máximo la capacidad del padre de calcular: tomará en consideración cada variable, por más mínima que sea. Explotará todos los escenarios, las fluctuaciones de azar, las convergencias de situaciones improbables pero no imposibles. La esperanza establece una lógica inquebrantable (para quien se entrega a ella) en la que la vía con menos posibilidad es tan válida como la que conjuga la mayor probabilidad, que para quien no vive en la esperanza brilla por su supremacía, por su evidencia. "No, tu hijo no ha desaparecido porque haya escapado y se encuentra a salvo en otro lugar muy lejano. Él está muerto, murió hace tiempo, y quizás nunca sepamos dónde, cuándo y por qué."

Curiosamente, creo que no se puede vivir ni sobrevivir sin esperanza. Se puede andar sin amor, se puede andar sin miedo, se puede andar sin odio pero no se puede andar sin esperanza. No contradice a lo que en un principio enuncié: quien es temeroso, pierde la esperanza y muere por ello sin antes enfrentar a su monstruo, perpetuará el miedo tanto como su presencia persista. Todo trasciende menos la esperanza, porque la muerte de aquel que conjuraba un milagro (un mundo mejor, un ser perdido, una vida más satisfactoria) y no lo consiguió es una afrenta directa a la esperanza de quienes lo rodeaban: "Este hombre no sólo no ha conseguido su fin, sino que ha muerto en el proceso de esperar. Y mi destino es tan exacto como el de él."

¿Es correcto alimentar la esperanza? No sé. Debe tener una justa medida, eso sí. Y quizá deba alimentarse por sí sola y exclusivamente con lo necesario, aquello que no la engorde ni la atrofie sino que la mantenga funcional y ligera, en forma, lista para cualquier situación. Las esperanzas gordas son difíciles de tratar, pues son pesadas y, por lo general, están llenas de porquerías; y las muy flacas, malnutridas, son inservibles y están en perenne agonía.

Y, ante todo, hay que comprender que la esperanza vive en relación contigo y con tu entorno. De eso se alimenta, justamente. Puede ser selectivo con tu entorno: puedes hacer caso omiso a ciertas cosas y tomar en cuenta sólo lo que más apetece para que tu esperanza esté rebosante de salud. También puedes mirar el mundo sin discriminación: mirarlo todo los días, conocer a las personas, involucrarte en la comunidad. Saber qué pasa en el mundo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Hojas al viento

The Tree of Life

Da la impresión de que The Tree of Life (2011) es una película que le salió al revés a Terrence Malick. Dividida en dos bien delimitadas "secciones", la película invita a un ejercicio de meditación a través de la introspección y la contemplación, divagando sobre una de las cuestiones más nucleares, si no es que la más, de la identidad humana: la vida y la muerte.

Salió al revés, decía, porque, y esto hablando a nivel personalísimo, logró lo contrario de lo esperado: mientras que su lado "convencional" me pareció digno de contemplación y una invitación a cuestionarme lo mundano de la vida, su parte "abstracta", compuesta por escenas donde se estampaba la sucesión de fenómenos naturales —algunos prehistóricos—, me pareció una vacua serie de clips que, además, ocasionalmente echan mano de la voz en off, alejándolos todavía más de ser piezas sui generis (o pretensiones de).

FamilyTreeOfLife

Su acierto más grande es el elenco, siempre competente a la hora de retratar la vida familiar típica estadounidense de los años 50. La dos polos paternales en la película, el del padre recio y duro que educa con mano firme y el de la madre con espíritu libre y amor por la vida, resultan una metáfora que funciona gracias a un Brad Pitt y una Jessica Chastain que se adecuan tanto en lo actoral y en lo presencial, cumpliendo incluso a nivel físico y de apariencia. Lo mismo ocurre con los hijos, que son el núcleo del drama filosófico y los detonantes para la mayoría de los momentos introspectivos, todo acorde a su papel de entes sumisos al designio de las fuerzas tan poderosas como contrarias que los rigen y como personas en desarrollo, en etapas cruciales de la vida. Mención aparte para Sean Penn en un papel que, aunque intenta darle un sentido más profundo, su personaje, modesto pero correcto —el hijo mayor del matrimonio ya crecido, que mira en retrospectiva su vida—, es totalmente prescindible.

Sin embargo, tanta buena ejecución —que también puede presumir de excelente fotografía y estética, dicho sea de paso— se ve opacada por su montaje y la intercalación con la "sección abstracta" del filme, algo que está levantando pasiones entre mucha gente, y con justa razón. Y es que, más que cuestionar en sí la forma del film —respetable en cualquier cineasta—, es interesante ver la benevolencia que están teniendo hacia éste sólo por, infiero, tener el nombre de Terrence Malick a sus espaldas, cuando, tratándose de cualquier otra persona, se criticaría como un elemento facilón y con poca propuesta, que cae en muchos lugares comunes y que no logra acoplarse a la otra "sección" del filme tan bien como se quisiera. Peca, incluso, de tener ocasionalmente una estética de videoclip genérico, sin un esfuerzo por buscar nuevas perspectivas de la naturaleza. Sus tomas parsimoniosas de la naturaleza terrestre, sus escenas en CGI de la prehistoria y del espacio y sus secuencias químicas psicodélicas son, por decirlo de un modo, irónicas: aunque tienen una función clara dentro de la película, no están presentadas de modo que se justifiquen, que merezcan un lugar al lado de su otra sección.

Aunque la decisión de Malick o de cualquier artista sobre la composición de su obra no es cuestionable en términos comerciales, la falta de dinamismo en su narración es algo que vuelve muy pesado a todo el conjunto, opacando además a la historia familiar, la cual debería, considero, ser la que lleve la batuta, la que encuentre un espacio dentro del apartado naturalista, y no funcionar como una mitad escindida con brusquedad de su otra parte pero empaquetada a fuerza con la misma. Malick no logra el equilibrio necesario, y aunque hay cierta belleza en ambas partes y cierto encanto en la intercalación de narraciones, pudo haber más destreza en su unión y presentación.

martes, 8 de noviembre de 2011

Los hijos de La Malinche

La producción en masa se logra a través de la confección de piezas que luego se unen en talleres especiales. La propaganda y la acción política totalitaria —así como el terror y la represión— obedecen al mismo sistema. La propaganda difunde verdades incompletas, en serie y por piezas sueltas. Más tarde esos fragmentos se organizan y se convierten en teorías políticas, verdades absolutas para las masas. El terror obedece al mismo principio. La persecución comienza contra grupos aislados —razas, clases, disidentes, sospechosos—, hasta que gradualmente alcanza a todos. Al iniciarse, una parte del pueblo contempla con indiferencia el exterminio de otros grupos sociales o contribuye a su persecución, pues se exasperan los odios internos. Todos se vuelven cómplices y el sentimiento de culpa se extiende a toda la sociedad. El terror se generaliza: ya no hay sino persecutores y perseguidos. El persecutor, por otra parte, se transforma muy fácilmente en perseguido. Basta una vuelta de la máquina política. Y nadie escapa a esta dialéctica feroz, ni los dirigentes.
El mundo del terror, como el de la producción en serie, es un mundo de cosas, de útiles. (De ahí la vanidad de la disputa sobre la validez histórica del terror moderno.) Y los útiles nunca son misteriosos o enigmáticos, pues el misterio proviene de la indeterminación del ser o del objeto que lo contiene.

Octavio Paz, en El laberinto de la soledad.

lunes, 31 de octubre de 2011

Pesadilla en Ciudad Arkham

Arkham City

La ola de adaptaciones de cómics de superhéroes a la pantalla grande en la última década trastocó también a la industria del videojuego, dando a luz a un conjunto de pobres resultados y que ha forjado una sólida tradición de juegos mediocres. De ahí que, en 2009, nadie esperara nada de Batman: Arkham Asylum, enésimo juego de superhéroes que, aunque no estaba basado directamente en la cinta The Dark Knight —estrenada el año anterior con éxito de crítica y taquilla, cuyo videojuego nunca salió a la luz—, parecía intentar colgarse de la fama de la mencionada película sin ofrecer material consistente. Craso error, pues Arkham Asylum no sólo resultaría un juego formidable y uno de los sleepers más sobresalientes en años, sino que pasaría a la historia como el mejor juego del hombre murciélago y, con mucha probabilidad, como el mejor videojuego de superhéroes hasta el momento.
Un año después, Rocksteady y compañía anunciaban, con un tráiler que exudaba buenos augurios, la secuela del aquelarre en el infame asilo: Batman: Arkham City.




Escrita por Paul Dini, la historia de Arkham City quizá podría ser su punto débil, o al menos así se muestra en el planteamiento: Quincy Sharp, alcaide del asilo Arkham durante los eventos del primer juego (acaecido hace un año dentro de la cronología del juego), ha recibido todos los méritos por la contenida fuga de villanos de la institución, lo que lo catapulta para una carrera política que termina otorgándole la alcaldía de Gotham. Siendo la inseguridad el problema característico de la urbe, opta por una alternativa radical: “remodelar” viejos distritos de la ciudad y separarlos de la ciudad con una muralla, convirtiendo esta nueva zona en un lugar de aislamiento masivo para criminales que terminará convirtiéndose en Arkham City*. Al mando de Hugo Strange, un total desconocido que trabaja junto con el equipo Tyger de seguridad para contener las amenazas pertinentes, Arkham City se convierte en una obra criticada y no exenta de polémica. Buscando desactivar la bomba de tiempo que implica, Bruce Wayne se convierte en una voz política contra Arkham City, siendo secuestrado en uno de los discursos por los agenes de Tyger y encerrado en Arkham, no sin antes encontrarse con el doctor Strange y enterarse que éste conoce su identidad como justiciero enmascarado.

En la cuestión técnica, los logros de Batman: Arkham City se basan en la relación que se establece entre el personaje en su entorno. El cambio de los claustrofóbicos muros de Arkham Asylum a las calles despejadas de Arkham City se muestra, al jugar, como la opción lógica de evolución del juego y como elemento que afianza ese sentimiento tan bien logrado en el primer juego de que en verdad éramos Batman. Siendo la relación entre el avatar virtual y su entorno el mecanismo clave de un videojuego, las posibilidades de Batman y la riqueza y plenitud de su entorno convierten a este juego en excepcional, pues los dos elementos han sido trabajados con mimo y paciencia. La que más resalta es Arkham City, no sólo por ser la novedad, sino porque Rocksteady creó una metrópoli que en verdad respira, que tiene vida y llena de detalles que la hacen interesante, digna de ser investigada. Batman, por otro lado, repite casi todo el esquema del juego antecedente (en estética y funcionalidad), aunque cabe recalcar el agregado y mejora de ciertos movimientos en el sistema de combate, dejando una gama impecable de técnicas y sortilegios a la hora de luchar, pues la inclusión de los batigadgets en las confrontaciones —batarangs, gel explosivo, pistola de gancho…— se ha vuelto más intuitiva, más fluida.

El abanico de personajes nuevos bebe con conocimiento de la mitología de Batman: a los regresos del Joker y Harley Quinn, Poison Ivy, Bane, Victor Zsasz y The Riddler, se les agrega las incorporaciones de The Penguin, Harvey “Two-Face” Dent y Mr. Freeze, entre otros, desempeñando la mayoría papeles la mar de entrañables, incluso sin formar parte de la historia principal. Los guiños a personajes menos eminentes también están: desde la publicidad del show de Vicki Vale, la presencia de Jack Ryder en las mismísimas calles de Arkham o el edificio de Maxie Zeus entre las ruinas de la caótica urbe.


Arkham City

No obstante, la cereza del pastel es la incorporación del nuevo personaje jugabe, Catwoman, quien resulta un soplo de aire fresco en cuanto al gameplay establecido por el hombre murciélago. Aún cuando su personaje llega a rayar en la ridiculez y no faltará quien lo considere sexista (e incluso misógino), es un personaje tan trabajado como Batman, aunque su pequeña intervención deje otra idea. Sus características dan un vuelco considerable al sistema de combate y, en especial, a las misiones de infiltración: al no contar con la armadura ni con los artefactos de Batman, Catwoman es más ágil y rápida pero también más vulnerable, replanteando estrategias y tiempos de ataque. Ha resultado una sorpresa de lo más grata, y a la espera de posible contenido descargable con ella o Robin —quien será personaje jugable sólo en misiones de prueba—, la muestra máxima de lo dinámico que resulta juego con nuevas incorporaciones jugables.

En cuanto a gráficos y sonido, Rocksteady ha vuelto a dar todo con el Unreal Engine y el majestuoso casting de voces, encabezado por Kevin Conroy y Mark Hamill en el papel de Batman y Joker —Hamill, por cierto, ha anunciado que se despide del personaje después de casi 20 años de darle voz en series animadas y videojuegos—. El apartado sonoro ha sido otro elemento crucial a la hora de insuflarle vida a la ciudad, pues no únicamente escucharemos cantidad de diálogos dentro de la ciudad que maximizan la experiencia, como los referentes a los rumores en torno a la mente detrás de esto o la presencia de Bruce Wayne, así como frases “sucias” dirigidas a Catwoman, sino que cada explosión, golpe, helicóptero o sonido inherente a una verdadera ciudad estarán presentes, dando ritmo a los latidos del lugar. Gráficamente encontraremos texturas pulidas y un nivel de detalle gozoso (papeles rodando por la calle con propaganda política, carteles con la figura de Hugo Strange o la campaña de Harvey Dent como fiscal), a la postre de un motor físico que recreará con maestría efectos de luz, niebla y gravedad.

Finalmente, ¿es coincidencia que sea Batman, muy probablemente el superhéroe con más auge comercial en la actualidad, sea el que protagonice éste, el mejor videojuego de superhéroes de la historia? Retomando la cuestión de la relación entre el personaje y el entorno, quizá Batman es el único personaje que ha hecho tan suyo su entorno, pues éste, Gotham City, es crucial para su lucha contra el crimen. En el ámbito del videojuego, habla mucho de las posibilidades que superhéroe del mismo tipo ofrecen, pues, sí se piensa un poco, ¿cómo podría crearse una relación personaje-entorno digna con alguien como Superman, Thor, Green Lantern o cualquier superhéroe destructivo, si estos sobrepasan con creces la fragilidad de sus lugares? No parece coincidencia que sean Batman y Spider-Man los dos personajes mejor parados en retrospectiva videojueguil, pues ambos, además de trabajar con (y no en) sus respectivas ciudades, poseen las características propias para lograr el equilibrio urbano necesario. No debe ser imposible trabajar con los colosos antes mencionados, pero, por el momento, no parecen tener cabida dentro de un género de sandbox urbano, el género más propicio para las historias de superhéroes en el mundo de los videojuegos.

Arkham City

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*Varios meses después de su salida, se descubrió un easter egg en Arkham Asylum bastante curioso : http://www.youtube.com/watch?v=ZNJ9gilJxjg

lunes, 24 de octubre de 2011

Un cachorrito agonizante no es una obra de arte

Ayer, acompañado de un grupo de gente, vi este esperpento de película. Es sobre una niña que padece cáncer y el viacrucis que ella y su familia sufren, saliendo a flote conflictos entre algunos miembros de la familia por dicha cuestión. El final, aun con cierto giro de tuerca, es sumamente predecible en su esencia: un circo levantado en torno al drama mundano, adornado con lágrimas y momentos bochornosos por su descaro a la hora de apelar en nosotros a sentimientos tan primitivos como superficiales.

Terminado el espectáculo, a alguien se le ocurrió comentar la película y todo el grupo se enfrascó en algo que pretendía ser una crítica comunal pero que termino en comentarios vacíos y clichés sobre el circo levantado al drama mundano, no sobre la calidad cinematográfica en sí. Cuando me tocó opinar —había un consenso general de que todos debían opinar, no obstante todas las opiniones convergían (o debían convergir) en lo mismo—, dije lo que creí: era una película estúpida y sin talento detrás, con hecha con el propósito explícito de hacer llorar y lucrar con ello.

No me faltaron contestaciones. En un ahondamiento en mi respuesta, dije que la película me parecía muy mala porque su “chiste”, el ponerte en contacto con tu lado “humano”, tenía la misma estructura de una película porno: mostrar secuencias sin sensibilidad artística, sólo escatología e imágenes que apelan a tu lado animal, no a tu lado humano. “Una película de hora y media sobre un cachorrito agonizante al que al final le dan un tiro de gracia frente a la cámara no es una obra de arte. Tiene la misma calidad que la filmación del sexo entre dos personas de 80 años o dinamitar a un hombre y ver, en cámara lenta, cómo vuelan los intestinos y los sesos por todo el lugar.”

Sintiendo ofendidos sus criterios artísticos, me pidieron que, si tanto sabía, diera un ejemplo sobre una película que fuera buena y que, según yo, apelara al lado humano. Usé una película que creí todos conocerían, ejemplificando con la escena cumbre de todo el relato:




Estaba preparado para argumentar, porque es una película a la que le tengo especial cariño y esas suelen ser muy criticables. Quería decirles sobre cómo esa escena, que a nivel superficial es estéril y sin significado (una mujer viaja en auto y ve frente a ella a otro auto, con un hombre al que aparentemente ama pero que al final se aleja de ella), es el resultado de todo una historia, el punto álgido de la narración, construido durante todo el metraje y entendible (y disfrutable y sufrible) sólo a quien en verdad logra tocar su lado humano y empatizar con los personajes, comprenderlos y entender las repercusiones de cada uno de sus actos, siendo el más importante, y a la vez el más sencillo y menos parafernálico, el final, donde los personajes han llegado a un estado en el que ni siquiera necesitan hablar. Lamentablemente, nadie conocía la película. La plática desvirtuó posteriormente en una película sobre un perro, en la que actúa Jennifer Aniston, y finalmente en El niño de pijama de rayas.

No tengo nada personal en contra del tipo de películas hechas para apelar a sentimientos a base de mecanismos pueriles —me encanta el porno, por si no ha quedado claro—; sin embargo, me parece increíble que haya una cantidad sustancial de gente que las crea como obras de gran calidad sólo por conmover. El arte, creo, debe apelar a tus emociones pero por miedo de caminos inexplorados (o poco explorados o bajo un foco inconvencional), o, en su defecto, construir en base una obra un punto específico que, si bien muestra algo previamente conocido, debe hacernos empatizar a un nivel profundo gracias al trabajo artesanal tras la edificación del punto (como lo que creo que es la escena de The bridges of Madison County).

El asunto es, en todo caso, discernir.

domingo, 4 de septiembre de 2011

It's all about the eyes

Llegué a una conclusión la semana pasada: toda mi vida voy a ser gordo. Fue algo que súbitamente se concretó como una certeza en mi mente al pensar en la enésima dieta o rutina de ejercicio. "No me gusta el ejercicio y me gusta mucho comer, así que nunca seré delgado", me dije, y puse un punto final al asunto.

La cuestión del físico es un eterno debate en nuestra sociedad. Una cosa es segura: a todos nos importa. Quizá el cliché de que aquellas personas a las que dicen no les interesa es a las que más les interesa, pues creo que en verdad hay gente a la que no le interesa en demasía, pero en el fondo sí desean verse de tal o cual modo. Pero sí, el asunto de la apariencia física —porque la salud importa un carajo— es tan vital en nuestra sociedad, sobre todo en los niños y los adolescentes, que se pierde la perspectiva sobre cosas importantes y, sobre todo, sobre el modo de valorar a las personas y empatizar con ellos a un nivel profundo.

En mi caso, la cuestión quedó zanjada, como ya lo dije, la semana pasada. Una parte de mí me dijo que era una actitud lamentable, pues estaba entregándome a una vida carente de moderación y disciplina, todo en aras de la pereza y la gula. Otra parte me reconfortó, pues se alegró de que por fin haya aceptado un hecho inevitable para una persona como yo y porque me despojó de preocupaciones y sentimientos negativos inherentes al cuidado estético —porque insisto, en estos menesteres lo que impera es la apariencia y no la salud— y a una vida (sic) de actividades indeseables y de simplemente no ser yo.

El ejercicio, por ejemplo. En mi vida he ido tres veces a un gimnasio con intención de iniciar un programa de ejercicio, una rutina. Voy una semana, dos, tres, cuatro a lo mucho. Después empiezo a hartarme, a encontrar vacío todo y a ver que aquello no da resultado. La quinta semana ya veo mis intereses muy afectados: paso las horas en el gimnasio pensando en los libros que no estoy leyendo, en los videojuegos que no estoy jugando, en los cómics que no estoy apreciando o en cuentos e historias que no estoy escribiendo. Finalmente caigo en cuenta de que paso todo el día ahí haciendo movimientos mecánicos mientras ardo en deseos de estar en otro lugar y decido terminar con ello. No quiero estar ahí en verdad, no tengo necesidad de estar ahí.

Con la dieta es algo parecido, aunque concedo la razón a que una dieta sí debe ser una obligación, por más que no me guste. Pero el asunto navega en las mismas aguas: inicio con todo el ímpetu de lograr algo y eventualmente me doy cuenta de que esto no es lo mío, que me gusta comer y que no dispongo de la paciencia ni el tiempo para planear momentos específicos para comer o ser selectivo en ellas.

La declaración personal surgió, sin embargo, no por mi repulsión a ejercicio a dieta, sino a algo más simple: una sonrisa. Una persona con la que salí, con la que me divertí mucho y con la que me sentí muy bien. Hubo en momento en donde me di cuenta de que a esa persona no es que no le importara mi físico, sino que, al contrario, le importaba mucho. Le gustaba cómo soy, con todo eso tan alejado de lo que la construcción moderna de la belleza dicta. Me sonrojé, pues más que sentirme halagado, me sentí sumamente estúpido. Otra cosa noté: él tampoco era un estereotipo de belleza y aun así me provocaba muchas cosas. Me agradó lo que miraba, me agradó a quién miraba.

Y comprendí lo más elemental del mundo: todo está en los ojos de quien mira. O en su corazón, no sé. Y también comprendí que siempre habrá alguien con los ojos específicos para ti, y que ese alguien no tiene que ser sólo una persona ni tiene que ser alguien raro o "feo". Siendo conscientes de la gama de parafilias del ser humano, no queda de otra.

Admito que me gustó darme cuenta de todo esto. Creo que aprendí a amar mejor.

lunes, 29 de agosto de 2011

Envidia de los muertos

Hace algunos años tuve una crisis sobre la muerte. Uno de los vecinos de mi abuelo, un muchacho de mi edad, se había suicidado. Su muerte representó varias cosas para mí: por un lado, estuve frente al primer caso de "hubo tantas cosas que no nos dijimos"; por otro, encontré que mi ideal de vida, una que se prolongaba hasta mi vejez, era tan sólida como un castillo de naipes. Podía morir en cualquier momento.

De ahí empecé a obsesionarme más de lo saludable con la cuestión de la vida después de la muerte. "Mi vida puede acabar en cualquier momento", pensaba, "y quiero saber qué hay después, o si hay un después". Pasó el tiempo y, a causa de mi trabajo en periódicos, empecé a ver muerte por todos lados, y a ver cómo las cosas malas no sólo ocurrían a quienes lo merecían, sino que era una cuestión que llegaba a parecer incluso aleatoria. E inició la espiral: asesinan a balazos, de carro a carro, a un amigo, hermano de un compañero de clases y una de las personas más nobles que he conocido; destrozan a balazos a un compañero de secundaria afuera de un antro de "distinguida" zona de Culiacán (meses después me enteré que su asesinato fue, justamente, el causante de un toque de queda extraoficial en Culiacán durante el 2008); matan, en fuego cruzado, a un joven que trabajaba en el mercado Garmendia; dan muerte al hijo de mi muy apreciado jefe; "levantan" y asesinan a Humberto Millán, periodista político cuyo asesinato apunta totalmente a cuestiones 100% políticas... "Levantados", torturados, asesinados, terrorismo, abuso animal, violaciones, accidentes víales. Muchos, muchos muertos, todos los días.

Y llegué a un punto en que no pude evitar sentir envidia de los muertos. Mi obsesión con la vida después de la muerte se nubló por las muertes que me rodeaban. El trabajo empezó a sentarme mal (y sigue haciéndolo), y, como cualquier persona al tanto de lo que ocurre, la esperanza de un mejor país empezó a volverse cada vez más utópica. Después de romperme la cabeza por la cuestión de la muerte —nacida de mi miedo infantil por morir—, en estos últimos días la he abrazado más de lo que me gustaría, pues la percibo latente y familiar hoy más que nunca. No sé en qué momento empecé a sentir envidia de toda esa gente que se muere, pero me sorprendí cuando caí en cuenta de ello: esa gente no tendrá que lidiar ya con nada de esta, con matanzas, con depresión económica, con días sin sentido, con el gobierno, con el presidente, con todas esas cosas que están lacerando a México y que la están convirtiendo en una mierda, algo donde muchos no queremos estar al morir.

Y puede sonar banal e irrespetuoso, pero soy sincero: empiezo a sentir envidia de las personas que se mueren. No sé qué tanto tendrá que ver eso con mi modo tan pesimista de ver la vida o la situación actual de México, pero viendo que cada día parece superar al anterior en lo que respecta a cosas malas en México, mi capacidad de lidiar mentalmente con todo esto se encuentra menguante. Cada día se da fe de la incapacidad de México, de su gobierno y de su sociedad; de ofrecer un futuro a la gente de mi edad y a la más joven ("¡Alguien piense en los niños!"), por lo que, no pudiendo ofrecer prosperidad para el futuro, no sé cómo se pretende que este país salga adelante. No hay seguridad, no se respeta a la vida y la gente empieza a dejar de quererse. Esta tradición mexicana de egoísmo —uno de los pilares de la sociedad mexicana del siglo XX— no llevó a nada bueno a nuestros abuelos y nuestros padres: nos tornó en entes sin importancia social, cuando deberíamos ser una fuerza impoluta y perfecta contra cualquier cosa mala que nos aceche.

Superé mi trauma sobre la vida después de la muerte. Si no hay nada después, bienvenido sea. Siento envidia ahora de esa nada, pues aquí están pasando tantas cosas que a veces creo que no puedo con ellas.

sábado, 7 de mayo de 2011

Pesadillas de ayer

Little Nemo

Como todo niño, tuve mis miedos que, de adulto, se volvieron irracionales, ridículos y, valga la ironía, infantiles. Alguna vez leí que las pesadillas infantiles tenían siempre que ver con la incomprensión de la muerte. Uno de mis amigos, por ejemplo, me mencionó alguna vez que la primera pesadilla de la que tiene recuerdo en su vida trataba sobre un toro gigante, rabioso y demoniaco que respiraba sobre él todo el tiempo, mirándolo en todo momento y haciéndole saber, a través de su presencia, del sonido de su respiración y de la peste que desprendía, que estaba ahí y que en cualquier momento podría matarlo si así lo quisiera.

Al igual que la naturaleza, el arte, en sus distintas manifestaciones, nos ha proporcionado pesadillas de lo más variopintas. Las más fáciles de asimilar son las audiovisuales, pues su capacidad de recrear ideas mucho más concretas y exactas que el arte abstracto permite que los niños mamen más a fondo sus monstruos, sus situaciones y sus ideas.

Aunque sufrí la tempestad nocturna de muchos monstruos de películas (Alien, Pennywise, Freddy Kruegger, critters, gremlins...), ningun extracto cinematográfico me provocó de niño más desesperanza y pesadez que la de Nemo intentando detener el tren que entra a su casa en Little Nemo: Adventures in Slumberland (1989). El factor clave de la penetración honda de dicha escena en mi mente y alma fue, sin duda, la súplica ignorada de Nemo hacia su madre, pidiéndole que le ayudara a detener el tren. En dicha aparición, el rostro de la madre nunca se muestra; Nemo sólo la ve de espaldas, trabajando mecánicamente en su cocina mientras él intenta con todas sus fuerzas contener el tren que amenaza con introducirse a su casa.

Hoy miro la escena con cariño, claro. Pero de pequeño, encontré algo en ella que no me dejó en paz durante años.

sábado, 30 de abril de 2011

¿Wii ha muerto?

Project Cafe
Controles de "Project Cafe". Dicen.

Por si alguno de ustedes ha estado debajo de una roca las últimas semanas, la noticia: Nintendo ha anunciado que la sucesora de Wii, cuyo nombre tentativo hasta el momento es "Project Cafe", será anunciado oficialmente en el E3 2011 (7 a 9 de junio) y podrá jugarse en dicho evento. Además, y según lo dicho, la consola saldría al mercado en algún momento del 2012.

No es de extrañar que el ciclo de vida de la consola de Nintendo llegue a su fin el próximo año, pues desde un principio, y dadas las características técnicas de la máquina, estaba sobreentendido que cumpliría la misma edad que el Game Cube o el N64 antes de ser relevada. Sin embargo, la cuestión es que, aún faltando alrededor de 12 meses para ser desplazada, Wii está prácticamente muerta.

Y digo prácticamente tanto por uno que otro jueguillo pululando por ahí como por la próxima salida del esperado The Legend of Zelda: Skyward Sword, que es lo único que pudiese volver interesante a la consola de mesa de Nintendo.

The Last Guardian
Hay gente que también espera The Last Story. Yo respeto.

Es lamentable porque, según alcanzo a entender, quien ha tenido la culpa de este abandono de buenas entregas ha sido la misma Nintendo. En 2010 los juegos más memorables (que no necesariamente juegos sobresalientes) han sido todos de franquicias de la misma empresa: Donkey Country Returns, Metroid: Other M, Super Mario Galaxy 2... y paremos de contar. La participación de third parties fue, como máximo, decente, pero en ningún modo le ha llegado a los talones a las obras antes mencionadas. Y Nintendo en ningún momento se ha visto con la iniciativa de apoyar a empresas externas, antes se ha cerrado en su esfera de estadísticas de ventas desmesuradas (al menos hasta el E3 2010) y las ya mencionadas propias franquicias.

La cuestión de no dar el tope en lo creativo y lo técnico no sería tan mala si, al menos, hubiera propuestas más variadas en cuanto a género; no obstante, ocurrió lo que muchos siempre temimos: Wii se llenó de jueguitos basura hechos con tres pesos y que tienen como fin aprovechar alguna serie de televisión infantil o la película del momento. Aún cuando los detractores podrían apostar que este era el destino obvio de Wii, muchos vimos en ella un futuro prometedor no en el aspecto técnico del desarrollo de videojuegos, sino en las posibilidades que el gameplay (novedoso cuando recién salió) ofrecía. En ningún momento creo que fuera una máquina que necesariamente debió convertirse en hervidero de juegos chatarra, pero su notoria falta de buenos juegos que equilibraran la balanza la terminó convirtiendo en eso. Peor aún, una reciente ola de juegos de baile (juegos casuales donde los haya) ha tomado un auge que creo no se vio venir, pues cosas como Michael Jackson: The Experience, resultaron con desastrosas calificaciones pero copiosas ganancias económicas. De ahí que no sólo las empresas se enfoquen a producir en masa más juegos de este tipo, sino que incluso en otras consolas se dé el mismo fenómeno, con mención especial en el Kinect de 360.

En todo caso, el nicho de Wii durante los últimos meses parece ser WiiWare, que aunque tampoco ha remontado a nivel sobresaliente, creo que ha dado más alegrías y sorpresas durante el año pasado que los juegos en físico y de (supuesta) gran producción.

Entonces, ¿le queda algo a Wii? Ningún juego, aparte del ya mencionado Zelda, entusiasma en demasía; las últimas novedades de hardware (WiiSpeak, Wii "nací muerto" Vitality Sensor...) han sido ideas sin gracia y desaprovechadas y, considerando que ya hay sucesora en puerta, no creo que ni la misma Nintendo piense enfocarse más en ella. ¿Se nos ha muerto la Wii (desde hace meses) y no nos resignamos aún?

Epic Mickey

El post ha venido a propósito de que recientemente he probado Epic Mickey y, con toda certeza, puedo decir que no me he decepcionado tanto en años respecto a un videojuego. Más allá de su linealidad y su simpleza (no esperaba un Shadow of the Colossus, pero chingado...), no recuerdo haberle echado la mano a un videojuego con una cámara tan desastrosa y lamentable, lo que lo hace prácticamente injugable. Una pena, considerando que Warren Spector estaba en la producción.

jueves, 21 de abril de 2011

El orgullo de una máquina

Portal

Portal (Valve, 2007) es lo que hubiera pasado si Phillip K. Dick hubiese escrito una comedia.

Para quienes no conozcan, un poco de información: Portal fue un pequeño juego incluido en The Orange Box, un paquete de cinco videojuegos que la empresa Valve lanzó como un solo artículo en 2007 para X-Box 360, PS3 y PC, a través de su plataforma digital Steam para este último. Lo de pequeño es literal, pues su duración era apenas de unas horas (en comparación con los antes mencionados) y, en sí, era un juego de producción modesta, cuya función principal era ser un extra para los jugadores.

Pero Portal formó legión. Al igual que esas pequeñas piezas que en años recientes han recibido el beneplácito de crítica, público y hasta han tenido éxito en lo que a recaudación económica respecta, la minimalista obra de Valve no sólo se convirtió en un fenómeno cultural masivo que difiere de otras grandes sagas no sólo por sus pretensiones (nulas), sino también por no pertenecer a ninguna franquicia antediluviana, por lo que lo suyo no es cuestión de la costumbre y la tradición de una saga, como sí puede pasar con Mario Bros., Final Fantasy y The Legend of Zelda, ente otros.

A mi parecer, hay tres aspectos que fueron los responsables de engendrar este culto a su alrededor.

El primero es, sin duda, su mecánica. Colocada en el espacio mainstream, el gameplay de Portal es poco menos que un suicidio comercial: desarrollado con perspectiva en primera persona, algo que culturalmente parece estar monopolizado por los First Person Shooter (Call of Duty, Halo, Counter Strike...), es un juego que se aleja totalmente de ese contexto. De hecho, se asemeja más al Metroid de Retro Studio, una First Person Adventure. En Portal lo importante no es hacerlo rápido, sino hacerlo bien, así que el tiempo está totalmente de nuestro favor. Si tomamos en cuenta que el género angular de la obra de Valve es Puzzle, la cuestión en Portal es, justamente, resolver acertijos, no combatir enemigos.

Portal

La funcionamiento del juego es sencillo: cuentas con una pistola que lanza un rayo azul y uno naranja, generando cada cuál un portal que se conecta con el otro. Usando las superficies blancas de las habitaciones (las únicas en las que puedes generar un portal), los elementos anexos (cubos, principalmente) y la física y la gravedad, deberás avanzar por cada escenario hasta llegar a la puerta de salida. A excepción de unas esporádicas torretas estáticas que te disparan cuando estás en su rango de ataque (a las que puedes inhabilitar), no hay enemigos en Portal.

El segundo es su diseño artístico. No es muy original o sobresaliente per se, pero es sumamente pulcro y brillante, algo que por lo general atrae hasta el más excéntrico. Portal reboza de esto, lo que le da a todo un aire tecnológico y antiséptico. Quizá suena controvertido y hasta burdo tomar en esto cuenta, pero a mí me parece sumamente crucial si se habla de atraer público hacia un juego que no se respalda por precuelas ni por una campaña de marketing. E incluso es efectivo si se considera atraer a jugadores casuales y novatos, pues, a diferencia de esa tendencia contemporánea al diseño caótico y mundano en los videojuegos, que repele a cierto sector por ello mismo, Portal ofrecía un espacio parsimonioso, de apariencia moderna y, ante todo, shiny.

Y el tercero y, desde mi humilde punto de vista, el más crucial: su humor. Aunque no hay enemigos en Portal, sí hay una antagonista. Su nombre es GLaDOS.


GLaDOS es la inteligencia a cargo de Aperture Science, el lugar en el que la protagonista del juego realiza los retos. Siendo un ente artificial, no siente consideración sobre la integridad de Chell, la protagonista, lo que deriva en ocasionales comentarios que rayan en un absurdo humor negro. La suma de su peculiar timbre de voz (a cargo de Ellen McLain, una cantante de ópera) forma uno de los personajes irónicamente más carismásticos de la última década en los videojuegos.

Portal

Aún con la supuesta incapacidad inherente a su existencia de máquina en lo que a tener sentimientos humanos se refiere, GLaDOS se perfila como una creación femenina, orgullosa y malévola. Como su único medio de manifestación es la voz, suele hacer comentarios mordaces y crueles sobre la dificultad de las pruebas y cómo estas pueden, probablemente, exponer a Chell a un dolor intenso. Disculpa todo el asunto proclamando que es en nombre de la ciencia. También suele jugar y bromear con Chell, brindándole disyuntivas de acción en las que reside tanto el éxito como la ya mencionada muerte dolorosa y sangrienta, "que será recogida en los registros de prueba". Es un personaje sumamente complejo e inteligente, la columna vertebral del aspecto humorístico en el juego. Y si consideramos que el humor es uno de los puntos más fuertes de la obra, entendemos que la figura de la inteligencia artificial es nuclear.

Otro aspecto curioso de Portal fue su canción de créditos, que se volvió un clásico instantáneo en la industria musical de los videojuegos: Still Alive, compuesta por Jonathan Coulton e interpretada por Ellen McLain.


En 2011, Valve ha lanzado una secuela: Portal 2.

domingo, 10 de abril de 2011

Un montón de cosas qué decir

En un principio la entrada iba a ser titulada como "Nada qué decir", pero a los pocos segundos me di cuenta de que eso no es verdad. No hay nada de valor qué decir, eso sí puedo admitirlo, pero la cantidad sí es considerable.

No he dejado el blog, para aquellos que estaban tanteando la posibilidad de quitarse la vida ante la perspectiva de ello. Simplemente estoy muy ocupado en cosas que de ningún modo se conectan con el arte de escribir al público en esta plataforma. Creo que anteriormente ya había dejado este lugar vacío por periodos de tiempo más largos que éste, así que a los asiduos (???) no les debería extrañar. La diferencia entre aquellas veces y y ésta es que en estas semanas que he estado lejos he sentido muchísima necesidad de escribir aquí. Pensé en ello después de ver The Social Network hace unos meses, cuando alguien le hace un comentario a Zuckerberg sobre su ego y su necesidad patológica de expresar en internet cada cosa que piensa, creyendo que cada post es de valor incalculable para la raza humana. Pero no, no; no he sentido la necesidad de echar mierda sobre gente que conozco (ya no... tanto...), sino de escribir porque no sé pelear ni me animo a gritar en voz alta ni quiero comer tanto. Así que es esto.

Lo que últimamente tiene acaparada mi mente es la violencia en México. Nunca en mi vida había estado tan consciente ni me había sentido tan lastimado ni desmoralizado respecto a lo que ocurre en el país. Y no me refiero a lo de Javier Sicilia, sino a lo que ocurre en mi estado, en mi ciudad. Trabajar en un medio de comunicación sólo propicia eso, pues ahora prácticamente respiro todo este ambiente, conociendo cada mínimo detalle de los horrores de la ciudad. Me he encontrado, sobre todo, con que cada vez banalizo e incluso hago mofa de estos eventos, pues parece el camino más llevadero: reírse y dejar escapar la tensión perenne de estos asuntos. Suena ridículo decirlo, pero en verdad me escandaliza esto de mí y de las personas que me rodean, pues no quiero estar entre entes que, de saber que alguien me ha "levantado", me ha cortado los dedos, me ha arrancado los testículos y el pene, me ha metido un tiro en la cabeza y después me ha tirado semidesnudo a orilla de una carretera, se reirán de la situación y harán alguna broma estúpida al respecto. O peor aún: gente que, además de lo anterior, simplemente se dirá para sus adentros que "algo habrá hecho...".

(No creo que mi manía de decir tanta mierda merezca que alguien me haga esas cosas, pero uno nunca sabe.)

Antes estos asuntos no me afectaban tanto, o más bien nada. Pero hoy me hierve la sangre cada que leo noticias sobre como matan gente inocente y avientan los cadáveres a hoyos o, más aún, cuando leo noticias sobre el gobierno. Nunca había odiado a un presidente hasta ahora. Cada vez que leo alguna nota sobre cómo Felipe Calderón intenta legitimizar este modo de vida sangriento diciendo que "las inversiones extranjeras van muy bien" o que "la proyección económica de México dentro de 10 años es la más favorable del sistema solar", no puedo evitar pensar que es un total y completo pendejo. Nos están matando (con mucha saña) y él quiere aminorar todo hablando de dinero. Y su sentido del humor es asqueroso, me parece increíble que ostente esa insensibilidad y falta de respeto en sus mítines y reunioncitas de politicuchos, haciendo chistes babosos como si estuviera en la cantina con los compadres.

Y aún más que la estupidez de nuestro gobierno, últimamente me enerva la apatía y la poca conciencia de la gente respecto a todo esto. Me parece incomprensible que no nos podamos unir todos y, si bien no podemos acabar con la violencia, sí acabar con todo lo pútrido de nuestro gobierno: violentar a los partidos políticos y sus dirigentes, que sólo nos ultrajan usando nuestros recursos para batallas mezquinas por el poder y el dinero. No entiendo cómo si predicamos nuestra repulsión hacia la violencia y a las mafias, seguimos solventando a las más poderosas y longevas y las colocamos en un marco de legalidad. Increíble. Pero en fin, a nadie le descubro el hilo negro.

Fuera de mi insana obsesión por la violencia en México, sólo me he dedicado a vivir. Mi plan de hacerme de dinero para poder irme de la ciudad (y del país, de ser posible) me obliga a seguir trabajando y, además, sigo estudiando. Sólo he tenido tiempo para consumo: he leído mucho, visto muchas películas, contemplado muchos cómics y jugado muchos videojuegos. Especialmente esto último, pues me hice de Batman: Arkham Asylum para PS3 y he estado enganchado estas dos últimas semanas. Una pieza de arte electrónica, una maravilla. Y lo venidero en ese aspecto también es bueno, pues ya en dos semanas se lanzará Portal 2 y, en lo consecuente, un remake en HD de Shadow of the Colossus y ICO, The Last Guardian y la secuela del juego de Batman, Arkham City.

Sobre lo que leí, hasta este momento he leído El Cuaderno Dorado (ya lo había mencionado); El Fin del Mundo y un Despiadado País de las Maravillas, de Murakami; El Sueño del Celta, de Vargas Llosa y actualmente me encuentro con 1Q84, también de Murakami. Me hice el propósito de que, si no aprendo absolutamente nada en la universidad, al menos aprenderé un poco de lo que lea por mi cuenta.

Y bueno, es todo. Muchas gracias por leer. Espero escribir pronto.

jueves, 3 de febrero de 2011

Sobre la educación académica

Otra cosa que se enseña desde el principio es desconfiar del propio juicio. A los niños se les enseña sumisión a la autoridad, cómo averiguar las opiniones y decisiones de los demás y cómo citarlas y cumplirlas.

[...]

Como cualquier otro escritor, recibo continuamente cartas de jóvenes que están a punto de escribir tesis y ensayos acerca de mis libros, desde varios países, especialmente de los Estados Unidos. Todos dicen: "Deme, por favor, una lista de los artículos sobre su obra, las críticas que los expertos hayan escrito sobre usted". También piden mil detalles totalmente inútiles que no vienen al caso, pero que se les ha enseñado a considerar importantes, tantos detalles que parecen los de un expediente del departamento de inmigración.
Esas peticiones las contesto de la siguiente forma: "Querido estudiante: Está usted loco. ¿Para qué gastar meses y años escribiendo miles de palabras acerca de un libro, o hasta sobre un autor, cuando hay cientos de libros que esperan ser leídos? ¿No se da cuenta que es víctima de un sistema pernicioso? Y si usted ha escogido por su cuenta mi obra como tema y si usted tiene que escribir una tesis —y créame que le estoy muy agradecida que lo que he escrito lo haya encontrado usted útil—, entonces ¿por qué no lee lo que he escrito y se hace una idea propia acerca de lo que usted piensa, cotejándolo con su propia vida, con su propia experiencia? ¡Olvídese de los profesores Blanco y Negro!".
"Estimado escritor —me contestan—: Debo saber lo que dicen los expertos, porque si no los cito, mi profesor no me va a dar nota."
-Doris Lessing, en el prefacio de El cuaderno dorado (The golden notebook).
Y no podría estar más de acuerdo. ¿A qué estamos jugando a la hora de hacer tesis: a aportar verdaderamente conocimiento o únicamente a perpetuar opiniones y dogmas ya establecidos? Porque es el gran meollo del asunto: "Tu opinión no tiene validez si alguien, con prestigio y antes que tú, no ha dicho lo que tú ya estás diciendo". ¿Qué clase de mierda es esa?

miércoles, 12 de enero de 2011

Mis películas del 2010

Mi conteo favorito del año, por mucho. En su mayoría siempre está compuesto por películas con corrida comercial considerable, por lo que nunca suelo agregar pequeñas joyas que pulularon por festivales o que se han estrenado en la segunda mitad del 2010, pues si la distribución en México ya es precaria, en mi ciudad es peor.

En fin: las 10 películas de este año que más disfrute, de menor a mayor gozo. Incluyo algunas bastante añejas por la ya mencionada distribución y les agrego un comentario amenizador, nada muy pensado.

Shutter island

10.- Shutter island (2010), de Martin Scorsese.

Curioso que DiCaprio, el hombre que otrora fuera profetizado como un actor de carrera trunca, protagonizara este año dos grandes películas. Un poco más alejado del Scorsese que suele deleitarme, Shutter island es un thriller de historia ciertamente predecible pero cargado de una atmósfera y personajes/actuaciones que pagan el boleto con creces. Quizá mi elenco favorito del año: Leo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, John Carroll Lynch y Jackie Earle Haley.

el secreto de sus ojos

09.- El secreto de sus ojos (2009), de Juan José Campanella.

Siendo sincero, cinematográficamente no tengo nada que decir. Caí rendido por su historia, pues pocas veces suelo ver películas del género. Aunque no me parece imperdible, creo que su factura y sus personajes (grande Guillermo Francella) le dan muchísimo plus y, a final de cuentas, resulta encomiable viniendo del cine latinoamericano, donde pocas veces podemos darnos el gusto de ver una película que, mínimamente, no apele a nuestra estupidez, nuestras ínfulas pretenciosas ni nuestro mal gusto. La disfruté muchísimo, sin duda.


the cove

08.- The Cove (2009), de Louie Psihoyos

Por un lado, The Cove es una denuncia sobre la legendaria caza de delfines en Japón. Lo llamativo es el proceso de filmación de la película en sí, pues requirió de muchísimo más que simplemente filmar, llegando a poner en riesgo su vida tanto en el aspecto físico como en dentro del marco de lo legal. Por otro lado, mi cuestión preferida: ¿no es The Cove una muestra de la hipocresía occidental frente a las costumbres extranjeras? En ningún momento defiendo la matanza y caza de delfines, pero creo que este documental es una ejemplo perfecto de cómo solemos ofendernos por situaciones fuera de casa siendo que nosotros, los occidentales, hacemos cosas muchísimo peores con pollos y vacas. Sería injusto menguar la calidad del documental y la iniciativa y trabajo de los involucrados por este aspecto. No: es admirable el trabajo de todos estos seres humanos por defender una causa de nobleza indiscutible; sin embargo a mí me dio muchísimo para pensar...

Dragon

07.- How to train your dragon (2010), de Dean DeBlois y Chris Sanders

En el fondo todos lo sabemos: DreamWorks hace películas para niños estadounidenses a los que buscan criar como idiotas. A diferencia de la competencia occidental y oriental, a la compañía sólo le interesa hacer éxitos taquilleros y rara vez se aleja de la fórmula de animales chillones de ojos grandes y actores de renombre mediático que presten su voz. Si bien en ese aspecto How to train your dragon no rompe de todo el molde, se dedica menos a ensalzar el american way of life y más en lo que realmente importa: la historia. Al principio me pareció simpática a secas, pero en posteriores visionados he ido encontrando cada vez más elementos destacables en relación con las pretensiones de la película. Nada del otro mundo, pero tampoco nada ordinario en este panorama no sólo de saturación de películas animadas, de refritos y de secuelas, sino también de películas de aventuras planas y sin gracia y de (quizá lo más importante) ausencia de películas infantiles edificantes que valgan la pena.

Cómo entrenar a tu dragon

06.- Inception (2010), de Christopher Nolan

No es lo que esperaba y, me temo, no es lo que muchos dicen. Aunque es encomiable que la propuesta blockbustera de Christopher Nolan se aleje del efectismo barato y de una historia hecha al vapor, no es ni de lejos una revolución cinematográfica o un ejercicio guionístico inentendible (incluso no creo que sea la mejor del director). Su virtud más grande, sin duda, es el montaje de la una historia buena y ocasionalmente intrigante. Francamente, a este punto me cuesta mucho hablar de las virtudes de Inception, pues creo que sus fallos son más evidentes; sin embargo, tiene ese algo que, pecando de fanboy o lamesuelas, sólo Nolan y sus guionistas han logrado hacer y que sigue encantándome del director... para bien o para mal. Su degustación es obligada, eso sí.

Scott Pilgrim

05.- Scott Pilgrim vs. the world (2010), de Edgar Wright

A mi parecer, y desde una posición totalmente subjetiva, a esta película se le valoró muy mal. A la historia en general, de hecho. No creo que represente una generación y, si de hecho lo hace, sería una pena pertenecer a ellan: la de los que ni trabajan ni estudian y ven la vida pasar, movidos únicamente por los placeres a corto plazo ("amor"). Sí creo que representa una cultura y a una óptica singular del mundo compuesta por los denostados artes del videojuego y el cómic, eso sí. Lo peor que podemos hacerle a esta pequeña obra de arte envuelta en celofán es criticarla por lo que he mencionado en un principio, pues Edgar Wright y Brian Lee O'Malley nunca pretenden aleccionarnos ni ponerse moralinos. Guardando las distancias, son como Maquiavelo: no son su obra, son el reflejo de su época y su submundo (sin hablar peyorativamente).

The Social Network

04.- The social network (2010), de David Fincher

Al inicio fueron las pocas expectativas y al final fue el gran potencial. Si te dicen que van a hacer una película sobre la creación de Facebook —invento revolucionario que en teoría es maravilloso pero en la práctica es hartante y vacuo—, piensas en un documental insípido que, al estilo de las clásicas conferencias de empresas estadounidenses, muestre el éxito y la maravilla que representa el producto o servicio en cuestión. ¿Pero qué pasa si, al contrario, se explota el lado más cruento de la compañía y su fundación? Aunque al final es una obra que no es necesariamente fiel a la historia verdadera, The social network es un excelente drama en la época del internet 2.0, la hiperinformación y la sobrevaloración de la llamada propiedad intelectual. A diferencia de Scott Pilgrim, que más que representar una generación representa un arquetipo/estereotipo, The social network es el reflejo nítido de la generación dominante contemporánea. La maestría de David Fincher sigue latente, como se ejemplifica en esta ocasión.

Toy Story 3

03.- Toy story 3 (2010), de Lee Unkrich

Sería iluso decir que la nostalgia no la ha engrandecido a los ojos de todos aquellos que amamos la saga, pero sería más iluso decir que la película sobresale únicamente por ello. La carga sobre esta tercera parte, dirigida por Lee Unkrich, era incalculable: tenía al menos las esperanzas de dos generaciones en sus manos, por lo que la apuesta, en ese sentido, era casi mortal. Resultó para muchos el evento cinematográfico del 2010 y, aunque no me gusta ser permisivo en ese tipo de cosas, creo que muchos podríamos hacernos de la vista gorda y entregarnos a la añoranza de tiempos mejores. Dudo que a alguien le (nos) haga daño.

Hunger

02.- Hunger (2008), de Steve McQueen

Tengo 21 años y una nutrición cinematográfica que básicamente ha consistido en películas de ciencia ficción, fantasía y blockbusters genéricos. Me gusta criticar películas no porque crea tener el acervo necesario para hacerlo, sino porque creo que, aún teniendo esas carencias, tengo suficiente criterio para separar mi gusto de lo que es bueno (a diferencia del cinéfilo promedio, que asocia el gusto directamente con la calidad). Hunger (2008), de Steve McQueen, es el tipo de películas que generalmente no me gustan: demasiado específicas, con estética de cine (comúnmente) pretencioso y que no parten de algún mito clásico. Con sus planos parsimoniosos, sus secuencias heterogéneas —pasan de un contexto a otro con la sutileza de elefantes apareándose— y su contexto transgresor, disfruté Hunger como pocas películas este año. Quizá fue el hecho de caer en un estado de contemplación instintiva y casi primitiva al degustarla, pues más que pensar y reparar en lo que veía, simplemente me dejé llevar. El arte, que se mete en ti por el alma y no por la mente.

Evangelion

01.- Evangerion Shin Gekijōban: Ha / Evangelion 2.0: you can (not) advance (2009), de Hideaki Anno

Evangelion 2.0 (2009) simple y sencillamente me voló la cabeza. Dirigida por Hideaki Anno, el artífice absoluto de cada una de las encarnaciones audiovisuales de la obra —a saber: la serie de 26 episodios, la película Evangelion death & rebirth, The end of Evangelion e, incluso, Revival of Evangelion—, es la segunda parte de la tetralogía de Rebuild of Evangelion, una nueva interpretación de la obra original. ¿Es posible agregar algo con suficiente sustancia como para hacer valer el esfuerzo y, de paso, insuflarle nueva vida a la mitología de Evangelion? Por increíble que parezca, sí: hay mucho por contar (o recontar) aún. Aunque es difícil hablar del precedente que podría sentar esta reconstrucción habiendo sido estrenadas únicamente dos de las cuatro películas, la segunda parte que nos incumbe es una película sobresaliente en muchísimos aspectos. Trae una cruz muy pesada como secuela, pues la complejidad de la historia de la saga no permite entender esta parte sin haberse echado la anterior (Evangelion 1.0: you are (not) alone); aún así, es un relato que fluye de manera hermosa y sutil, cargada de una serie de personajes que pocas obras cinematográficas han podido desarrollar y dotar de alma hasta el punto en que lo hace esta. ¿La historia? Ya la conocen: un grupo de monstruos invade un Japón postapocalipsis (que no postapocalíptico) mientras una organización militar llamada NERV utiliza robots tecnoorgánicos para combatir la amenaza. Un clásico instantáneo.

MENCIÓN DE HONOR

Millenium Actress

Sennen Joyū / Millennium Actress (2001), de Satoshi Kon

En 2010 falleció Satoshi Kon, uno de los directores de animación más prometedores del panorama actual. Conociendo de él únicamente Paprika, decidí que en su memoria lo menos que podía hacer era entregarme a su modesta pero reconocida trayectoria. Y fue aquí cuando conocí Millennium Actress, película del 2001 que fácilmente ha sido la mejor película de mi año, muy por encima de las antes mencionadas. Duele mucho saber que un artista tan prominente ha muerto sin haber tenido la oportunidad de dar más de sí —ha dejado una película inconclusa, Yume Miru Kikai / The Dream Machine—, así que, como humilde reconocimiento, ocupa un lugar honorífico por encima de mi top 10 de 2010. Y sépase que por un mero formalismo esta obra no ocupa el primer lugar del año, pues es, con mucha diferencia, la experencia cinematográfica más avasalladora de mi 2010.

domingo, 2 de enero de 2011

Mis libros del 2010

Exceptuando el de las películas (un must personal), no pensaba hacer resúmenes del año en otros aspectos; sin embargo son sumamente divertidos y, como me comentó una vez Ernesto Diezmartínez, es interesante ver en retrospectiva este tipo de cosas: qué me gustaba y por qué me gustaba. Así que al menos haré uno de libros y de cine en forma, ya que son dos de los apartados que más he cultivado este año.

De libros pondré los que más me han gustado independientemente de su año, pues no soy persona que muera por leer obras contemporáneas; antes prefiero leer clásicos y libros de hace décadas para conocer la base de mucha de la literatura moderna.

Dicho esto, los dejo con la lista de mi diez libros favoritos leídos este año.

10.- Un mundo feliz - Aldous Huxley

Huxley es indispensable en los tiempos que corren, sin duda. Junto con Orwell y Bradbury, es el padre de la triada de la distopía: una serie de novelas que narran mundos alternativos al nuestro en el que una fuerza humana (por lo general el gobierno) se vuelve tan poderosa que, a base de opresión y omnisciencia, controla a las mujeres y hombres en su totalidad. Lo interesante es que aún cuando 1984 y Un Mundo Feliz giran en torno a lo mencionado -dispensarán que no he leído Farenheit 451-, sus perspectivas son muy distintas, abordando la relación entre opresor y oprimido de modo prácticamente diferente. Mi comentario final: aunque el mundo de Huxley es mucho más fatalista que el de Orwell, la narrativa de este último supera a la de Huxley. Pero da igual: ambas son justificadas obras cumbre dentro de su propio género. indispensables.

Gaiman

09.- El libro del cementerio - Neil Gaiman

El mismo Gaiman lo deja entrever: esta es una nueva versión del Libro de la Selva a través de su óptica, lo que implica los tópicos tradicionales del autor. Siendo un autor tan prolífico, incluso este tipo de obras, dedicadas a los más pequeños (o al menos los que son más pequeños que su público habitual), son muy disfrutables, en especial con el trabajo de Chris Ridell en la ilustración.

Braulio Peralta

08.- Los nombres del arco iris - Braulio Peralta

Este fue un librito que por ser de temática gay y estar a $15 en la Gonvill de mi ciudad me descabeché. Hermosa sorpresa: condecorada con el Premio Nacional Testimonio Chihuahua, Los nombres del arco iris es un trabajo que mezcla realidad y ficción. Desde notas periodísticas, cuentos, testimonios e incluso ensayos, la obra resulta un compendio de trazos para entender el movimiento homosexual, como su subtítulo lo dice. Lo que yo más destacaría es su amenidad y su cualidad didáctica, algo indispensable en cualquier lectura prominente.

Tokio Blues

07.- Tokio blues - Haruki Murakami

Aunque a Murakami mucha gente no lo baja de escritorsucho de aeropuerto, a mí me cautivó esta historia adolescente -lo cual vendría a demostrar un posible mal gusto, hum...-. Quienes conocen más de su obra me han dicho que es de lo peor del autor, por lo que muero por leer lo demás. Totalmente recomendable a mi generación, para bien o para mal.


Dali

06.- Diario de un genio - Salvador Dalí

En un irremediable ataque de narcisismo, según lo calificó quien me oyó, me siento hoy, después de leer este libro, más identificado que nunca con el gran Avida Dollars. Y no es en balde, pues la de Dalí fue una vida ecléctica. Sus arrebatos irrisorios, sus declaraciones escandalosas, sus poses repudiables y sus obras majestuosas... Es como ver a un gigante hecho de oro derrumbarse en nimios pedazos.

Déjame entrar

05.- Déjame entrar - John Ajvide Lindqvist

Seducido por las críticas, los comentarios y el éxito de la adaptación cinematográfica, quise experimentar de primera mano la fuente de todo ello. Una historia francamente hermosa, que demuestra que aún en nuestra era se pueden hacer obras sobre vampiros que harían ruborizar al mismísimo Drácula.

04.- Crimen y castigo - Fiódor Dostoievski

Aunque eso de tener protagonistas odiosos no es lo mío, Crimen y castigo me hizo suyo. Muy poco que decir, pues la historia ha hablado suficiente tanto por este libro como por Dostoievski.

03.- La sombra más allá del tiempo - H. P. Lovecraft

Coloquialmente hablando, más Lovecraftiano y se muere. Reúne todo lo que ha hecho famosas a las obras del de Rhode Island, por lo que a mí me volvió loco. Quizá sería uno de los puntos de análisis más importantes de su trabajo para mí, pues aún con todos sus tópicos y clichés, entre ellos la predicibilidad de la historia, tiene un ritmo y una capacidad de inmersión única, capaz de opacar gran parte de sus fallas.

02.- México bárbaro - John Kenneth Turner

Una lectura que debió ser obligada durante este año de festejos insensatos. Inevitable la rabia que se desarrolla página tras página, sobre todo al salir a la calle o al suceder cosas como la de WikiLeaks, que dejan en evidencia el mundo de fantasía barata en el que muchos queremos sumergirnos.

Eisner/Miller

01.- Eisner/Miller - Charles Brownstein

Desde que me hice de él allá por julio, lo he leído tres veces completas. Eisner/Miller es un compendio de entrevistas moderadas por Charles Brownstein a dos grandes del cómic estadounidense: Frank Miller y, quien ha venido a despedazar a Alan Moore como el dios del cómic en mi gusto, el gran Will Eisner. Hay mucho de todo en este libro, pero sobre todo amor y pasión. Ambos, Will y Frank, son llamas vivientes, irradiando calor en cada palabra, acto y obra. Las largas charlas que discurren durante el libro distan de ser entrevistas monótonas y artificiales: son pláticas que salen del alma y que se acunan en la camaradería y en el amor fraternal entre estos grandes hombres. Fue el aspecto que me enamoró del libro: el ascenso del respeto y del honor a través de temas tan apasionantes para mí como el inicio de cada uno como artista, su perspectiva de la industria e incluso algunas cosillas dedicadas a otros grandes hombres como Stan Lee y otros no tan grandes como Bob Kane. Indispensable para cualquier que ame el cómic norteamericano no por su aportación al acervo cultural, sino por lo energetizante de cada uno de los diálogos de ambos camarada.

Aviso parroquial

He borrado todos los posts anteriores, excepto el de mi bienvenida al 2011. Parte de un plan de renovación del sitio y también personal. No están perdidos: los he salvado en un archivo .xml. Bienvenidos al nuevo espacio, mucho más limpio que el anterior.

sábado, 1 de enero de 2011

Y el 2011

El 2011. Terminó el 2010, y ya estamos en el 2011.

Antes que nada, quisiera disculparme por el comportamiento tan errático en este lugar. Si bien sé que lectores fieles tengo poquísimos, para mí es importante seguir escribiendo aquí ya que, sea por desplantes de pedantería, por ejercicios de crítica, por ganas de compartir algo o por tener algún modo de relacionarme con más personas. La disculpa, en última instancia, va dirigida a mí, por no darme el tiempo de estar aquí todo lo necesario y dejar muchísimas cosas pendientes o desaprovechar los pocos escritos que he tenido oportunidad de hacer.

No recuerdo si ya lo dije aquí, pero de nuevo trabajo, y ahora en otro periódico (el de mayor circulación en Culiacán, de hecho). Llevo mes y medio y aunque me he relacionado bien con la mayoría de mis compañeros de trabajo, confieso que no me siento agusto y creo que en breve saldré de ahí. Lo que sí es que pienso buscar inmediatamente otro trabajo, pues mi gran meta del 2011 es ahorrar lo suficiente para irme a vivir al DF. Sí, sé que usted, posible lector defeño, se caga en su ciudad y la considera el tártaro de nuestra era, ¿pero qué quiere que le diga? A mí me gusta mucho.

Un poco relacionado con eso, quizá lo más destacable del año es que pasé la mitad de él fuera de mi ciudad: los primeros cuatro meses del año estuve en Guadalajara y los dos del verano vacacional en el DF. Experiencias totalmente nuevas, pues nunca había vivido fuera de mi casa por tanto tiempo y alejado de mi familia. Y aunque ambas fueron por motivos académicos, definitivamente terminé aprendiendo muchísimo fuera del contexto académico.

Aprendí mucho, por ejemplo, de hablar con las personas que quiero. Es maravilloso lo que puedes aprender de la sinceridad de las personas, sea cual sea su nivel socioeconómico o su acervo cultural. Y conocer personas nuevas es muy importante, aún cuando estas sean pasajeras en tu vida. Fue quizá lo mejor de mis paseos: mis nuevas adquisiciones sociales.

También dejé ir gente, por fin. Lozas gigantes sobre mi espalda, mohosas y resquebrajadas. Dejaban llagas horribles en mi espalda y me hacían sangrar, dejando un rastro tinto a cada paso. Muchas de esas personas eran gente de años, otra gente que conocí este mismo año pero que merecían el mismo destino. Siempre ha sido el gran dolor de mi vida: dejar ir a la gente y perder esa supuesta virtud que me haría darle su espacio a cada persona en mi corazón, por pequeño que éste fuese. Y quizá es poco humilde y bla bla bla, pero soy mucho más grande que lo que esas personas perciben de mí y merezco más de ellos. Creo que ha sido la solución más inteligente, pero no la más saludable ni indolora.

Finalmente, me di cuenta de como el León, el animal, ha tenido un gran simbolismo en 2010. Desde personas, lugares, situaciones... todo ha estado relacionado en mayor o menor medida con un león. Caí en cuenta de esto hace algunas noches y quedé muy sorprendido, de esas cosas que parecen sacadas de los cuentos.

¿Y qué para este 2011? Como siempre, daré lo mejor de mí y buscaré la felicidad. Sin embargo, a diferencia de otros años, buscaré mi felicidad aún a costa de los demás. Creo que debe ser mi año y que alguien debe salir lastimado en el proceso.

Mis mejores deseos.