domingo, 10 de abril de 2011

Un montón de cosas qué decir

En un principio la entrada iba a ser titulada como "Nada qué decir", pero a los pocos segundos me di cuenta de que eso no es verdad. No hay nada de valor qué decir, eso sí puedo admitirlo, pero la cantidad sí es considerable.

No he dejado el blog, para aquellos que estaban tanteando la posibilidad de quitarse la vida ante la perspectiva de ello. Simplemente estoy muy ocupado en cosas que de ningún modo se conectan con el arte de escribir al público en esta plataforma. Creo que anteriormente ya había dejado este lugar vacío por periodos de tiempo más largos que éste, así que a los asiduos (???) no les debería extrañar. La diferencia entre aquellas veces y y ésta es que en estas semanas que he estado lejos he sentido muchísima necesidad de escribir aquí. Pensé en ello después de ver The Social Network hace unos meses, cuando alguien le hace un comentario a Zuckerberg sobre su ego y su necesidad patológica de expresar en internet cada cosa que piensa, creyendo que cada post es de valor incalculable para la raza humana. Pero no, no; no he sentido la necesidad de echar mierda sobre gente que conozco (ya no... tanto...), sino de escribir porque no sé pelear ni me animo a gritar en voz alta ni quiero comer tanto. Así que es esto.

Lo que últimamente tiene acaparada mi mente es la violencia en México. Nunca en mi vida había estado tan consciente ni me había sentido tan lastimado ni desmoralizado respecto a lo que ocurre en el país. Y no me refiero a lo de Javier Sicilia, sino a lo que ocurre en mi estado, en mi ciudad. Trabajar en un medio de comunicación sólo propicia eso, pues ahora prácticamente respiro todo este ambiente, conociendo cada mínimo detalle de los horrores de la ciudad. Me he encontrado, sobre todo, con que cada vez banalizo e incluso hago mofa de estos eventos, pues parece el camino más llevadero: reírse y dejar escapar la tensión perenne de estos asuntos. Suena ridículo decirlo, pero en verdad me escandaliza esto de mí y de las personas que me rodean, pues no quiero estar entre entes que, de saber que alguien me ha "levantado", me ha cortado los dedos, me ha arrancado los testículos y el pene, me ha metido un tiro en la cabeza y después me ha tirado semidesnudo a orilla de una carretera, se reirán de la situación y harán alguna broma estúpida al respecto. O peor aún: gente que, además de lo anterior, simplemente se dirá para sus adentros que "algo habrá hecho...".

(No creo que mi manía de decir tanta mierda merezca que alguien me haga esas cosas, pero uno nunca sabe.)

Antes estos asuntos no me afectaban tanto, o más bien nada. Pero hoy me hierve la sangre cada que leo noticias sobre como matan gente inocente y avientan los cadáveres a hoyos o, más aún, cuando leo noticias sobre el gobierno. Nunca había odiado a un presidente hasta ahora. Cada vez que leo alguna nota sobre cómo Felipe Calderón intenta legitimizar este modo de vida sangriento diciendo que "las inversiones extranjeras van muy bien" o que "la proyección económica de México dentro de 10 años es la más favorable del sistema solar", no puedo evitar pensar que es un total y completo pendejo. Nos están matando (con mucha saña) y él quiere aminorar todo hablando de dinero. Y su sentido del humor es asqueroso, me parece increíble que ostente esa insensibilidad y falta de respeto en sus mítines y reunioncitas de politicuchos, haciendo chistes babosos como si estuviera en la cantina con los compadres.

Y aún más que la estupidez de nuestro gobierno, últimamente me enerva la apatía y la poca conciencia de la gente respecto a todo esto. Me parece incomprensible que no nos podamos unir todos y, si bien no podemos acabar con la violencia, sí acabar con todo lo pútrido de nuestro gobierno: violentar a los partidos políticos y sus dirigentes, que sólo nos ultrajan usando nuestros recursos para batallas mezquinas por el poder y el dinero. No entiendo cómo si predicamos nuestra repulsión hacia la violencia y a las mafias, seguimos solventando a las más poderosas y longevas y las colocamos en un marco de legalidad. Increíble. Pero en fin, a nadie le descubro el hilo negro.

Fuera de mi insana obsesión por la violencia en México, sólo me he dedicado a vivir. Mi plan de hacerme de dinero para poder irme de la ciudad (y del país, de ser posible) me obliga a seguir trabajando y, además, sigo estudiando. Sólo he tenido tiempo para consumo: he leído mucho, visto muchas películas, contemplado muchos cómics y jugado muchos videojuegos. Especialmente esto último, pues me hice de Batman: Arkham Asylum para PS3 y he estado enganchado estas dos últimas semanas. Una pieza de arte electrónica, una maravilla. Y lo venidero en ese aspecto también es bueno, pues ya en dos semanas se lanzará Portal 2 y, en lo consecuente, un remake en HD de Shadow of the Colossus y ICO, The Last Guardian y la secuela del juego de Batman, Arkham City.

Sobre lo que leí, hasta este momento he leído El Cuaderno Dorado (ya lo había mencionado); El Fin del Mundo y un Despiadado País de las Maravillas, de Murakami; El Sueño del Celta, de Vargas Llosa y actualmente me encuentro con 1Q84, también de Murakami. Me hice el propósito de que, si no aprendo absolutamente nada en la universidad, al menos aprenderé un poco de lo que lea por mi cuenta.

Y bueno, es todo. Muchas gracias por leer. Espero escribir pronto.

1 comentario:

Yayo Salva dijo...

Si, amigo, con distintos tintes raciales pero en todas partes cuecen las mismas habas: políticos oportunistas que sólo van a la suyo y que se pasan la "res publica" por el arco de triunfo.
El voto ya no libera: entre quien entre, seguirá con el mismo juego o acabará tiroteado en una cuneta.
Las revoluciones se hacen cuando los revolucionarios no tienen nada que perder, sólo una vida perra. Pero los medios de comunicación (y tú lo sabes bien) se encargan de convencernos de que todavía tenemmos muchas o algunas cosas que perder, cada cual en su escala. De modo que seguimos enganchados al sistema con resignación, como un mal menor.