lunes, 27 de octubre de 2014

Monstruos comecarne

Tokyo ghoul

Acorde al espíritu de las fechas, recomiendo una de mis series favoritas del verano. Terror, acción y gore, Tokyo ghoul me pareció una obra bastante llamativa y con personajes interesantes, además de una calidad de animación bastante buena.

Tokyo ghoul muestra la transformación de Ken Kaneki, un joven de 19 años, en un ser híbrido entre ghoul y humano: tras tener una cita con Rize Kamishiro y acompañarla a su casa ya de noche (dadas las noticias sobre apariciones de ghouls en la ciudad pero, sobre todo, como un gesto caballeroso que deja asomar intereses sexuales), Kaneki es atacado por la misma Rize, que resulta ser un ghoul. Buscando comérselo, Rize azota a Kaneki con sus extremidades ghoul (llamadas kagune), arrojándolo al final a un terreno en construcción con suma violencia y sangre de por medio. Finalmente, a punto de comérselo, varias vigas caen atravesando mortalmente a Kaneki y matando a Rize. La sorpresa para Kaneki vendrá al despertar horas después en un hospital: tras intentar salvarlos a él y a Rize -ella, al igual que todos los ghouls, puede verse perfectamente como humana a voluntad-, el doctor en turno decidió que, dada la muerte de Rize y la agonía de Kaneki, trasplantaría órganos de la primera al segundo, lo que le permite seguir viviendo pero inicia con la maldición: Kaneki eventualmente comenzará a ser invadido por un hambre atroz y, a la vez, desarrollará asco por la carne de animales, vegetales, frutas y cualquier comida "normal". Al punto de la demencia y solo en su casa -es huérfano-, una espectral aparición le dará la noticia: es un ghoul y necesita comer carne humana. La aparición, por otro lado, no es otra que la propia Rize, quien, de algún modo, ha logrado colarse a su conciencia a través de sus órganos.

Tokyo ghoul

El conflicto principal de Tokyo ghoul tiene que ver con la transformación de Kaneki y su reacción ante ello: de pasar primero al horror de descubrirse mitad monstruo, con hambre incontrolable por comer humanos, el protagonista posteriormente acepta su estado gracias a la intrusión de Touka Kirishima, una chica ghoul que sorprende a Kaneki resistiéndose a comer carne, y Yoshimura, un anciano ghoul que se dedica a ayudar a ghouls en problemas y darles un modo de vida "digno". Yoshimura es el dueño de una cafetería llamada Anteiku -aclarar que el café, además de la carne humana, es el único alimento que los ghouls pueden comer y que no los provoca asco-, que fue la visitó junto a Rize en su cita. Anteiku en realidad es una especie de santuario para ghouls, pues, además de funcionar como punto de reunión entre los monstruos, emplea únicamente a éstos, todo en aras de otorgar trabajo y un modo de vida "civilizado" a los ghouls que así lo deseen. Ésta es una de las sorpresas que más afectarán a Kaneki durante la serie y que lo ayudarán en su aceptación: el hecho de que los ghouls pueden ser personas civilizados y respetuosas con la vida humana. Y así, bajo la protección de Yoshimura y Touka, y junto a un nutrido grupo de secundarios, Kaneki inciará su nueva vida como mitad ghoul, no sin antes conocer el lado monstruoso de sus nuevos colegas y empezar a ser parte de un conflicto latente que podría afectar nos sólo a sus amigos y a otros ghouls, sino a todo Tokio y el mundo entero.

Los temas que maneja la serie, y que se pueden deducir de lo anteriormente escrito, son vistos desde la perspectiva de Kaneki, quien no sólo es nuevo dentro de esta sociedad de parias, sino que no es totalmente como ellos, al ser un híbrido humano-ghoul, lo cual le da capacidades distintas y una apariencia única: a diferencia de los demás ghouls, que al "transformarse" adquieren unos ojos negros y con iris roja, Kaneki sólo puede transformar uno de sus ojos, quedando el otro como el de un humano. Estos temas tienen que ver tanto con la historia personal de Kaneki (su vida pasada y las razones por las que es huérfano, el horror de convertirse en un monstruo, su viacrucis al resistir el hambre que lo domina e invita a comer amigos e inocentes...) y con los propios de lo ghouls (su lucha contra los humanos, en la que el propio gobierno japonés está involucrado y que busca el exterminio total de los monstrups; la convivencia entre ghouls, que puede ir desde la civilidad hasta el sadismo; su relación con los humanos y la perspectiva de cada ghoul al respecto...). Particularmente, me quedo con las reflexiones sobre qué es la monstruosidad y sus motivos: si en el caso de los ghouls, su repudio radica en que comen humanos, ¿qué nos hace pensar que no somos tan monstruos como ellos, nosotros que torturamos y matamos animales sólo para comer, a veces incluso sin hambre? Otra de las caras del conflicto humano-ghoul también será el de la percepción de los primeros sobre los segundos, el cual Kaneki experimentará en primer persona al conocer a una familia de ghouls cuyo amor entre ellos y el sadismo con el que los humanos los atacan le hará replantearse totalmente su identidad y su nuevo papel en la sociedad.

Visualmente, la serie es sumamente gore, por lo que la censura en Japón no se ha hecho esperar. Lo curioso es que no todo el gore es necesariamente violento, sino que habla del retrato lógico de unas criaturas que comen carne humana. La crudeza de las imágenes radica en la sutileza de la presentación, pues, a diferencia de los humanos, muchos ghouls no cocinan humanos, sino que se los comen siendo cadáveres. Más crudo aún resulta el sadismo de los ghouls que han decidido entregarse a su naturaleza más primitiva, llegando incluso a no distinguir entre humanos y otros ghouls y devorando a todos por igual, todo con tortura física y sicológica de por medio. La acción, que empieza aparecer a medida que avanza la serie y que alcanza su cenit en los últimos capítulos, también tiene su lado gore, aunque está más enfocada en mostrarnos lo que son capaces de hacer los ghouls en plena potencia. En este sentido la serie me recordó mucho a Hellsing, en donde los enfrentamientos no sólo son una demostración de golpeas y armas, sino también de la capacidad de usar la carne y sangre propias como herramienta de ataque.

Sus defectos, por otro lado, no me parecen tan evidentes y tienen que ver más con una cuestión de expectativas (al menos en mi caso). Uno de ellos tiene que ver con esta obsesión casi cliché del anime y de su cultura con el asunto de las maidens, los butlers y las cafeterías. En el caso de Tokyo ghoul esto cambia el registro visual y la conducta de los personajes, en especial de Kaneki: de los primeros capítulos, donde Kaneki vive en constante agonía física y sicológica en la oscuridad de su casa, cuestionando su propia identidad y su posible locura, pasamos en capítulos posteriores al ambiente brillante (metafórico y literal) de la cafetería, donde reina un cierto ambiente de conformismo y paz que refleja más el de un animal domado que el de un hombre civilizado. Aunque el punto servirá como contraste, justamente, para esos ghouls que no aceptan las reglas de sociedad humana, no deja de resultar un freno en el desarrollo del protagonista y de la mayoría de los personajes: la adopción de una vida aburrida y conformista.

El otro, y derivado casi en su totalidad del anterior, tiene que ver con el cambio del género: a partir de la aceptación de Kaneki como ghoul, el terror de la serie se pierde y pasa a ser acción sangriento, con conflictos que tienen que ver más con tácticas de ataque que con desarrollo de personajes. Esto no es necesariamente malo, pero creo que deja de lado un aspecto interesante de la serie que pudo dar para más.

Finalmente, destacar que la producción, a cargo del estudio Pierrot (Yuu Yuu Hakusho y Naruto, entre otros), es casi impecable: el acabado visual del Tokio nocturno es bastante decadente, con una atmósfera que vuelve peligrosa cualquier vuelta de esquina o callejón, contrario al Tokio diurno y prácticamente ajeno a la trama principal. Las secuencias de acción, con el uso de kagunes y quinques -armas que el escuadrón antighoul del gobierno hace con los kagunes de los ghouls muertos-, son sumamente fluidas y con secuencias y coreografías complejas. Del gore ciertamente no podría hablar mucho, ya que los capítulos que vi estaban censurados, pero hay un evidente ánimo por ser explícitos si la historia lo requiere.

Y un detalle más: el opening, El efecto caleidoscópico de algunas imágenes y el contraste de colores tan vivos me encantó.


lunes, 20 de octubre de 2014

Batichica venti

Batgirl

Leí el nuevo 'Batgir', de Brendan Fletcher, Cameron Stewart y Babs Tarr. Está mono y todo, pero siento que está muy desesperado por ser un 'Hawkeye' o un 'Young Avengers' de Gillen y McKelvie (incluso un poco un 'Scott Pilgrim'). Se entiende que quieren darle un nuevo aire al personaje y darle más frescura y mundanidad pero, como en casi todo lo referente al universo cinematográfico, DC debería dejar de estar tan desesperado por hacer algo y más interesado y deseoso de construir algo. 

Habría que pensar también a qué público va dirigido: poniéndola en contraste con 'Ms. Marvel' y Kamala (que es un personaje con una identidad cultural muy específica pero que no impide al lector sentirse identificado con ella), Barbara Gordon parece estar dirigida a "los hípsters", grupo que no necesariamente genera empatía en todos: en su primera aventura en esta nueva etapa, Babs se muda a un barrio hípster, despierta al día siguiente después de tener una fiesta llena de hípsters en su nuevo depa (hay una escena/diagrama de la fiesta que sigue el mismo esquema que en números de ‘Young Avengers’ y ‘Seconds’, de Bryan Lee O’Malley), va a una cafetería hípster por un café para la cruda, a alguien en el café le roban un iPad y Barbara decide que es el momento de ser superheroína y resolver un first world problem, descubre que le robaron su lap, idea un plan que consiste en hacerse de un perfil en una app de ligue a la Tinder (“Hooq”), descubre que el malo es DJ y que su gran plan tiene que ver con el manejo de información privada robada de smartphones (entre ellas “fotos privadas”)… En fin, que, más allá de alguna discusión teórica sobre qué es o no hípster, queda claro que la nueva Barbara se mueve en el mundo de las redes, los gadgets, las visitas frecuentes a Starbucks o símiles y las fiestas alternativas. ¿Habrá Batgirl más allá de todos estos detalles superfluos o estamos ante una serie sobre las vicisitudes de un grupo de personas cuya mayor preocupación son las redes, las fiestas y las tendencias?

Cabría hacer énfasis en el hecho de que hay una diferencia y distancia entre el nuevo mundo de Barbara y la propia protagonista: aún con lo abrumadoramente hueco que luce su nuevo mundo, Barbara tiene un aire naive –el momento en el que crea su perfil para Hooq– y mantiene una sencillez y rectitud atípica de una persona de su edad viviendo en el contexto en el que vive, o al menos del retrato común que suele hacerse del hípster en la cultura popular. En cuanto al tema del manejo de personajes femeninos como material onanista, Batgirl acierta en lo más elemental mostrando a Barbara en ropa interior (con una playera) sin hacer una escena porno de ello: una chica en bragas, con destellos de pudor y con proporciones y poses físicas comunes, sin (necesariamente) darle una carga sexual innecesaria e inexistente en el contexto específico de la escena, aun cuando ésta incluye un tipo guapo sin playera en la misma habitación.

Sin ánimo de reprobar la cultura hípster, pues no hay nada moralmente negativo en ella (o no más de lo que lo hay en otros grupos culturales), ojalá que la serie de Batgirl y el propio personaje vayan más allá de temas que, aunque son tendencias actuales entre cierto porcentaje de adolescentes y adultos, no suelen presentar situaciones de conflicto significativo o de crecimiento para el personaje (algo que, dado el retrato de Batgirl de una adolescente, es necesario). Y bueno, si la serie seguirá la misma tónica que el nuevo personaje, esperar que adopte el tono correcto como serie de humor ligero, y que no termine en constante baile entre una “historia seria” y una historia ligera de adolescentes.