lunes, 24 de octubre de 2011

Un cachorrito agonizante no es una obra de arte

Ayer, acompañado de un grupo de gente, vi este esperpento de película. Es sobre una niña que padece cáncer y el viacrucis que ella y su familia sufren, saliendo a flote conflictos entre algunos miembros de la familia por dicha cuestión. El final, aun con cierto giro de tuerca, es sumamente predecible en su esencia: un circo levantado en torno al drama mundano, adornado con lágrimas y momentos bochornosos por su descaro a la hora de apelar en nosotros a sentimientos tan primitivos como superficiales.

Terminado el espectáculo, a alguien se le ocurrió comentar la película y todo el grupo se enfrascó en algo que pretendía ser una crítica comunal pero que termino en comentarios vacíos y clichés sobre el circo levantado al drama mundano, no sobre la calidad cinematográfica en sí. Cuando me tocó opinar —había un consenso general de que todos debían opinar, no obstante todas las opiniones convergían (o debían convergir) en lo mismo—, dije lo que creí: era una película estúpida y sin talento detrás, con hecha con el propósito explícito de hacer llorar y lucrar con ello.

No me faltaron contestaciones. En un ahondamiento en mi respuesta, dije que la película me parecía muy mala porque su “chiste”, el ponerte en contacto con tu lado “humano”, tenía la misma estructura de una película porno: mostrar secuencias sin sensibilidad artística, sólo escatología e imágenes que apelan a tu lado animal, no a tu lado humano. “Una película de hora y media sobre un cachorrito agonizante al que al final le dan un tiro de gracia frente a la cámara no es una obra de arte. Tiene la misma calidad que la filmación del sexo entre dos personas de 80 años o dinamitar a un hombre y ver, en cámara lenta, cómo vuelan los intestinos y los sesos por todo el lugar.”

Sintiendo ofendidos sus criterios artísticos, me pidieron que, si tanto sabía, diera un ejemplo sobre una película que fuera buena y que, según yo, apelara al lado humano. Usé una película que creí todos conocerían, ejemplificando con la escena cumbre de todo el relato:




Estaba preparado para argumentar, porque es una película a la que le tengo especial cariño y esas suelen ser muy criticables. Quería decirles sobre cómo esa escena, que a nivel superficial es estéril y sin significado (una mujer viaja en auto y ve frente a ella a otro auto, con un hombre al que aparentemente ama pero que al final se aleja de ella), es el resultado de todo una historia, el punto álgido de la narración, construido durante todo el metraje y entendible (y disfrutable y sufrible) sólo a quien en verdad logra tocar su lado humano y empatizar con los personajes, comprenderlos y entender las repercusiones de cada uno de sus actos, siendo el más importante, y a la vez el más sencillo y menos parafernálico, el final, donde los personajes han llegado a un estado en el que ni siquiera necesitan hablar. Lamentablemente, nadie conocía la película. La plática desvirtuó posteriormente en una película sobre un perro, en la que actúa Jennifer Aniston, y finalmente en El niño de pijama de rayas.

No tengo nada personal en contra del tipo de películas hechas para apelar a sentimientos a base de mecanismos pueriles —me encanta el porno, por si no ha quedado claro—; sin embargo, me parece increíble que haya una cantidad sustancial de gente que las crea como obras de gran calidad sólo por conmover. El arte, creo, debe apelar a tus emociones pero por miedo de caminos inexplorados (o poco explorados o bajo un foco inconvencional), o, en su defecto, construir en base una obra un punto específico que, si bien muestra algo previamente conocido, debe hacernos empatizar a un nivel profundo gracias al trabajo artesanal tras la edificación del punto (como lo que creo que es la escena de The bridges of Madison County).

El asunto es, en todo caso, discernir.

3 comentarios:

Humbert C. Christopher dijo...

O Bailando en la Oscuridad: ella es ciega, y canta, ¡y al final muere! La vida no vale nada... :'(

Tigreton dijo...

nunca me han gustado las peliculas chantajistas...pues conmigo tengo para ello.
odie la peli del niño de pijama de rayas, por que nos tratan a nosotros y a todos los niños como estupidos...he dicho

William Saints dijo...

Discrepo un poco con Dancer in the Dark, mi Mauricio estimado: por un lado, sí se construye al personaje de Björk, se la dan matices, se le da una personalidad y, más que llorar "la muerte dela ciega", al menos yo lloré la muerte de la madre, la muerte de la amiga; por otro, la actuación de la ya mencionada islandesa es abrumadora. No lo veo como un recurso fácil.